Historias de la Primera Edad (Estrellas Caídas) – En búsqueda de la Tierra Dorada

Publicado por JLT en

Historias de la Primera Edad (Estrellas Caídas) – En búsqueda de la Tierra Dorada

Tiempo después del inicio de la Era Glacial y la Guerra de los Arkantos

“Eran fantasías”, todos sabían que la Legendaria y Enigmática Tierra Dorada eran solo fantasías que se escuchaban en los reinos de Arkantos, tanto en el continente de Eurinar (Europa) como en Oreniat (Asia). En todo el imperio de Arkantos, que ejercía su poder sobre ambos continentes, se oían rumores acerca de este continente perdido. Algunos decían que se encontraba bajo el mar, a diez metros de profundidad, donde una enorme burbuja de aire mantenía a los seres vivos y las plantas en ese famoso lugar protegido por los dioses.

El fin del mundo llegó a los cinco continentes del planeta: Rizamat (América), Eurinar (Europa), Martinar (África), Oreniat (Asia) y Valiavat (Oceanía). Una era de oscuridad y frío envolvió todo el planeta. Guerras estallaron por todo el imperio, y los humanos, acompañados por sus entidades protectoras llamadas “Familiares”, extensiones de sí mismos en forma de energía capaces de materializarse en cualquier cosa, pero con una personalidad propia, lucharon en innumerables conflictos que casi los llevaron a la extinción. El hambre, el frío, las enfermedades y la guerra condujeron al final de la Quinta Humanidad en Terra Gaia. Desde Eurinar, fueron pocos los aventureros desesperados que rezaron a los dioses en busca de encontrar la Tierra Dorada.

Perdidos en el mar durante días, enfermos, sedientos y hambrientos, todos hicieron un pacto para ser fieles a los dioses si les permitían vivir. Al día siguiente, llegaron a una tierra que no estaba cubierta de nieve y que era abundante en todos los aspectos. Llegaron a lo que ahora se conoce como el Reino de Fatal, en la Playa Orquímides.

Agradecidos por la exuberante flora, fauna y agua, establecieron su primer asentamiento. Menos de diez mil habitantes sobrevivieron, provenientes de todos los rincones del Imperio Arkantos. Los ancianos, mayores de setenta años, se reunieron en un día soleado para discutir el futuro del asentamiento en la Montaña Cronos. En medio de la acalorada discusión, tres entidades aparecieron entre ellos: tres hermosas criaturas cuadrúpedas y aladas, con colores resplandecientes y auras divinas. Ermitar, Jove-nor y Akbat eran los nombres de las entidades divinas que interrumpieron sus conversaciones políticas.

Las tres entidades los inundaron con su energía divina, que fluía desde el corazón del planeta. Los ancianos habían conocido a los dioses que los habían salvado, se postraron en el suelo y comenzaron a venerarlos por el poderoso sentimiento de amor que experimentaban. Sin embargo, las tres entidades les hablaron y les pidieron que se levantaran, pues eran ellos quienes debían inclinarse.

Sorprendidos, los cuarenta ancianos no sabían qué hacer. Akbat dio un paso adelante, agitó sus alas y levitó. Les mostró cómo debían comportarse y cómo debían vivir de ahora en adelante. Fascinados, los ancianos escucharon y siguieron todas sus indicaciones. Los tres elementales divinos reunieron a los habitantes y todos sintieron el amor de Gaia en su interior. Todos fueron tocados por la divinidad y una nueva forma de vida fue sembrada en sus corazones.

Miles de elementales de todo el continente se acercaron a ellos mientras Akbat dirigía la palabra. Explicó el futuro de la nueva humanidad y cómo la conexión entre los Elementales y los Humanos lo cambiaría todo. Los Elementales se convertirían en el reflejo del colectivo inconsciente de la nueva humanidad, y era responsabilidad de los humanos mantener ese equilibrio, ya que el día en que no lo hicieran, el hambre, la muerte y la destrucción asolarían el continente, y la vida sufriría las consecuencias.

El vínculo entre humanos, naturaleza y elementales fue sellado. Los elementales enseñarían a los humanos a proteger la naturaleza y a desarrollar sus habilidades mágicas de una forma que ninguna otra humanidad había logrado antes.

Al principio, el equilibrio no fue óptimo y tanto humanos como elementales lo resintieron. Enfermedades, debilidad, muertes prematuras e infertilidad fueron los males que los humanos padecieron. Como medida para evitar sufrir estas aflicciones, se implementaron prácticas básicas como la meditación, la cooperación y las terapias. Con el tiempo, los problemas de la humanidad fueron desapareciendo, pero a menudo, al dejar de lado estas prácticas, el equilibrio volvía a perderse. Esta dinámica se repitió durante siglos hasta que esa forma de vida se arraigó profundamente en la humanidad.

Durante los primeros mil años, en la era conocida como las “Estrellas Caídas”, los humanos aprendieron que su interior se manifestaba inmediatamente en el exterior, en la naturaleza que los rodeaba. Cuando utilizaban la naturaleza para construir su civilización sin la aprobación de los guardianes, los males se intensificaban en ellos. Fue entonces cuando los humanos aprendieron a cuidar de la naturaleza como si fuera parte de su propio cuerpo y ser.



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