Lejos de Casa – Capítulo 6: Orgullo

Publicado por JLT en

Lejos de Casa – Capítulo 6: Orgullo

Día 25 del mes Tercero del año 3260 – 5:00 PM – Ciudad de Velantra

Abrazó a su compañera, a sus hijos y se despidió de ellos sin saber si volvería a verlos, pero antes de irse se aseguró de que tuvieran las provisiones suficientes para los próximos meses. Athyl es lo suficientemente capaz de sacar adelante a sus hijos, además de que tiene el apoyo de los otros dragones, sin embargo, sin la presencia de Reindruss, otros pueden ver una oportunidad para arrebatarles lo poco que tienen o conseguir la venganza que tanto han deseado.

Reindruss entra en la casa del Frenesí e ignora a los trabajadores que le ofrecen sus productos y servicios; no tiene el tiempo ni el humor para soportarlos. Avanza con intención de no detenerse ante nadie y a su paso, golpea a varios de los clientes que estaban disfrutando de los espectáculos de la casa, pero que tuvieron la mala fortuna de estar en el camino del dragón. Unos se molestan y le reclaman, pero Reindruss no piensa prestarles atención. Le duele ser utilizado de esa forma y si lo van a hacer, entonces que sea de ya. Lo último que quiere es a Dorsan y a sus agentes alrededor de su familia. Llega hasta la última habitación en la que sabe que está Melquized y cuando uno de sus guardias lo detiene para interrogarlo, él dragón lo derriba y acto seguido revienta la puerta con una de sus alas.

Melquized lo estaba esperando y no se sorprende al verlo entrar de esa forma. Se miran por un momento y ambos aceptan la vergüenza que tendrán que pasar. El líder de los dragones se acerca a Reindruss y coloca una mano sobre su hombro. Le informa que Arad ya tiene todo listo para la reunión en un lujoso departamento en una de las torres principales del distrito Vinar.

—¿Qué esperamos? —pregunta Reindruss.

—Su permiso para subir —le responde Melquized—. Por un momento pensé que no vendrías.

—Lo hago por mi familia.

—Esto valdrá la pena, lo sé. Si todo sale bien…

—¿De verdad crees que nuestros hermanos de allá afuera nos ayudarán? —le cuestiona tras interrumpirlo.

—Eso ya lo veremos, Reindruss.

—Llámame cuando sea el momento —le pide Reindruss.

Sale de la habitación y por un momento el guardia y él clavan sus miradas intimidantes, no obstante, el guardia recula y deja que Reindruss pase. El dragón busca un lugar tranquilo y solitario para esperar. Se sienta sobre un sofá que apenas puede soportar su peso, y en silencio medita sobre si ha cometido algún error que pueda poner en riesgo a su familia.

Se quedó dormido y es Melquized el que lo levanta para acudir a la reunión. No dicen nada, tan solo caminan hacia la salida de la casa. Al salir un felino les pide que lo acompañen. Melquized aprieta sus puños con fuerza al ver que se trata de otro felino de Brivader, pero la venganza no le conseguirá nada, por lo que se tranquiliza y lo sigue en silencio.

Llegan a los elevadores que llevan a una plaza comercial en el corazón de Atlantis. El felino les avisa que tomarán los ascensores de mantenimiento y que de ahí serán teletransportados hasta la recepción de la torre de departamentos. Los dragones no se oponen al plan, por lo que el felino continua su trayecto tarareando.

Entran a uno de los elevadores y suben más de cien metros hasta llegar a una de las áreas de mantenimiento de la plaza. Ahí se encuentran con un humano que está cubierto con una máscara negra y sin saludar les pide que toquen una esfera de luz que manifestó. Los dragones se observan y Melquized le reitera que todo estará bien. El humano de la máscara les sonríe, aunque no puedan verlo ambos dragones. Se enfocan en la esfera y los tres son teletransportados hasta una elegante y lujosa recepción en uno de los rascacielos más emblemáticos del distrito Vinar.

Dos recepcionistas, un hombre y una mujer, portando apenas la ropa necesaria para cubrir sus partes íntimas los reciben. Les pide que los sigan, pero lo hacen de una forma que molesta a los dragones, ya que entre los dos completan las frases. Es decir, uno de ellos dice una palabra y el otro la siguiente y así se turnan hasta acabarla.

Al acercarse a una ventana que da a la costa, Reindruss se olvida de su plan y admira la belleza de la Luna sobre el mar. Una lágrima brota de su ojo y un deseo ferviente de que su familia pueda ver eso hace que la esperanza surja nuevamente en su pecho.

—Es fácil olvidar lo hermosa que es la naturaleza —le comenta Melquized tras colocarse a su lado, ignorando a los recepcionistas.

—Tengo miedo de que nuestros hijos nunca puedan ver esto.

—Lo harán, Reindruss, lo harán, pero antes debemos pagar el precio de su libertad.

—¡Ustedes dos! Vengan con nosotros, de lo contrario los vamos a reportar —les exigen los recepcionistas, y se quedan en silencio cuando ambos dragones los observan con mirada de cazador.

Se apresuran y caminan por el largo pasillo hasta llegar a el departamento de trescientos metros cuadrados y numerosas habitaciones para que los invitados puedan tener su privacidad. Las dos puertas se abren y Arad los saluda explayándose con elocuencia, gritando a los cuatro vientos que el plato fuerte ha llegado.

Los invitados, algunos sin ropa, otros en ropa interior o con batas traslucidas le piden a Arad que ellos quieren probarlos, especialmente a Reindruss. Arad les pide que por favor esperen ya que primero tendrán que asearse, mientras tanto seguirán degustando los pedazos de carne que les sirven con un poco de vino tinto. Arad les indica el baño para cada uno, pero cuando Reindruss voltea y observa el cadáver del felino que Melquized mató, se queda petrificado. Melquized se percata de eso y se acerca para asistirlo.

El cadáver del felino se voltea a verlos y los saluda. Un nigromante usa su poder para que los invitados de la fiesta puedan hacer sus más podridas necro-fantasías, pero si eso no fuera todo, el cadáver no tiene pies ya que eso es lo que están comiendo los invitados. Reindruss por primera vez en toda su vida tiene ganas de vomitar por tan asquerosa escena, y eso que los dragones son difíciles de sorprender. Melquized le pide que no vea y que se dirija al baño y se tome una ducha.

De entre las personas más importantes del reino se encuentra Orisalia Zua y Radimir Dicya. Los demás invitados son personas claves en el reinado de Oziel, aunque lo que pasa en el departamento, se queda en el departamento. Las fiestas de esta índole no son mal vistas, pero el añadido del poder de la nigromancia, el que se podría considerar como canibalismo y las relaciones sexuales con otras especies, son algo que simplemente no puede salir a la luz, y es algo que tanto Tresmo como Oziel condenan. Por lo que las fiestas así son llevadas a cabo con extremo secreto en las más altas esferas. El General Dorsan es de los poco que sabe de ellas, y él las permite a través del poder que tiene sobre el representante de la ciudad de Velantra.

Reindruss abre las llaves de la regadera y se deja caer de rodillas. El chorro de agua recorre su rostro y esconde sus lágrimas. Después de un par de minutos sin moverse de su lugar, su compañero dragón le toca la puerta. Al ver que no le responde, abre la puerta y observa a Reindruss llorar con sus alas tocando el suelo.

—No puedo hacerlo —exclama el orgulloso dragón—. Si doy un paso en ese salón, voy a asesinar a todos.

—Silencio —musita Melquized y cierra la puerta detrás de él.

—Lo siento, Melquized, pero no puedo hacerlo. No puedo ser el objeto sexual de esos desgraciados degenerados.

—No tenemos opción.

—Sí, sí la tenemos. Vamos a sacarle esa información a Arad y uno de ellos nos va a teletransportar hasta el lugar en donde está la nave y ambos vamos a salir de este planeta para regresas con un ejército con el único propósito de destruir todo el sistema solar.

—Sabes que eso será un suicidio.

—¿Estás conmigo o con los humanos que fornican los cadáveres de nuestros enemigos? —le pregunta Reindruss tras levantarse y encarar a Melquized.

—Lo siento Reindruss, no puedo sacrificar lo poco que he conseguido para nuestros hermanos dragones, y tampoco puedo permitir que destruyas esta oportunidad que tanto me ha costado conseguir.

—Tienes el cuerpo de un dragón, pero tu alma y espíritu está corrompido —le reclama Reindruss y le da un leve empujón que lo hace chocar con la puerta.

Arad abre la puerta y les reclama a ambos dragones que tienen que atender a los invitados. Una invitada pasada de copas entra al baño y se abre paso entre ambos dragones. Se agacha frente a Reindruss y le intenta quitar la ropa. El dragón se enfurece y le lanza un golpe, pero es detenido por Melquized. La invitada al verlo comienza a carcajearse y se cae al piso.

—Nunca, nunca, nunca intentes lastimar a uno de mis inviados, Reindruss, o de lo contrario te vas a arrepentir —le amenaza Arad.

—Yo… no puedo hacer esto. No puedo con ustedes, malditos degenerados —grita Reindruss con furia y ganas de vomitar.

—Ay, pero como me excitas —exclama la invitada borracha que se abraza a la pierna de Reindruss—. Necesito que me destruyas con tu vigor. Lo necesito en todos mis agujeros.

La mujer se aferra a la pierna de Reindruss, mientras que Melquized le sujeta ambas manos para evitar que la mate. Su compañero Dragón le suplica que no haga nada al respecto y le pide a Arad permiso para que Reindruss se retire. El orgulloso Dragón se contiene, sabe que un error y el precio lo pagará su familia, por lo que le pide a Arad que se la quiten de encima. El extravagante líder se acerca a su amiga y se la lleva de regreso a la sala con los demás invitados.

—Fue un error haberte pedido que vinieras —le confiesa Melquized, observándose en el espejo portando una bata de baño.

—No puedo hacerlo. No puedo seguirte en esto. Prefiero morir que convertirme en un esclavo sexual.

—Lo entiendo. Esta vida nos ha cambiado demasiado y he olvidado lo que soy —le confiesa Melquized.

—No hay esperanza para nosotros. Todo es una mentira Melquized, todo. ¿Qué futuro le espera a mi familia? ¿Qué futuro nos espera a todos nosotros? Perdí, he perdido y no puedo hacer nada al respecto más que morir y regresar a casa, de alguna forma.

—No hemos perdido, todavía no. Podemos conseguir esa nave y pedir ayuda, si tan­…

—Es mentira —le interrumpe Reindruss—. Una maldita mentira.

—¿De qué hablas? Nos tenemos a nosotros, nuestra fuerza de dragón sigue con nosotros.

—Melquized… yo, soy un traidor. Dorsan amenazó a mi familia si no lo hacía, y si lo hacía les prometió un salvoconducto y un lugar en Falge Voria.

—¿Dorsan sabe de mis planes? —le cuestiona Melquized sintiéndose defraudado y con una chispa de furia que comienza a surgir desde su interior.

—Lo siento, hermano —le dice Reindruss con mirada baja.

—No, yo lo siento Reindruss. Esto no soy yo. Tú mantienes tu esencia de lo que nos hace un dragón, pero yo la perdí hace mucho tiempo.

—Perdimos ante los humanos y no hay nada que podamos hacer al respecto.

—Sí lo hay. Allá afuera está el humano que puede llevarnos hasta la nave. Podemos intentar salvar a nuestros hermanos o podemos morir y rendirnos ante el dominio humano —le propone Melquized.

—Es un suicidio, nunca podremos con tantos hechiceros.

—Reindruss, tú y yo somos guerreros, los pocos que hay en todo Velantra. Si nuestra fuerza nos falla para conseguir esa nave, entonces somos una causa perdida, y no sé tú, pero este plan es lo que me permitía dormir y vivir un nuevo día, sin embargo, tú me abriste los ojos, al final soy una marioneta en la palma de Dorsan y si sabía que Arad me conseguiría a la nave, entonces se trataba de una trampa.

—No tienes tu armadura…

—Pero tú sí —le interrumpe Melquized—. Escúchame, atrapa a Arad, yo iré a por el hechicero que nos llevará hasta esa nave. Esto no lo van a esperar ni Arad ni Dorsan. Tenemos la ventaja.

—Si hacemos esto, no hay marcha atrás, este será nuestro final —le aclara Reindruss.

—Prefiero morir junto a un guerrero que seguir siendo el juguete de un humano —asegura Melquized.

Ambos dragones se miran fijamente y entran en comunión para sentir ese fuego que viene desde el interior de su espíritu. Cuando sienten que están listos, ambos entran a la sala y observan la orgia por un breve momento, sin embargo, ambos se separan para ir a por su objetivo. Melquized se adelanta y se adentra en la orgia de poco más de una docena de personas para buscar a el hechicero que puede teletransportarlos, mientras tanto, Reindruss se acerca a Arad y a su amiga, y en un intento de ganar tiempo, habla con ambos sobre que quiere hacerlo, pero no se siente listo.

Melquized encuentra a su hechicero y le hace una señal a Reindruss, por lo que ambos, sincronizados, atrapan a sus presas y con las palmas de sus manos aprisionan el cuello de ambos humanos. Para sorpresa de ambos, los humanos de la orgia no parecen importarles. Arad se ríe a carcajadas del intento de los dragones y les confiesa que sabía de sus planes, por lo que los agentes de Dorsan están aquí.

Voltean desesperados, pero no logran ver nada. Súbitamente una espada se clava en la mano de Melquized y lo obliga a soltar a su hechicero, el cual se ríe a carcajadas e inmediatamente vuelve a la orgia. Reindruss desesperado le grita que detenga a los agentes.

—Estoy demasiado drogado como para hacer esto —le dice Arad a Melquized mientras que él busca la forma de detener su hemorragia—. ¿Creyeron que no lo iba a saber? ¿Qué parte no entienden que yo lo sé todo?

—¡Llévanos a esa nave o vas a morir! —grita Melquized con furia mientras voltea a todos lados, en búsqueda de los agentes.

—¡Sorpresa! Nunca hubo una nave. No hay, bueno sí hay, pero Dorsan jamás me hubiera dejado acercarme a una de ellas o permitido que ustedes se acercarán a ellas. Lo siento de corazón, pero ustedes nunca van a escapar de aquí.

—¿Por qué? ¿Por qué nos hacen esto? ¿Qué ganan con hacernos esto? —le reclama Melquized con voz quebrada y entre lágrimas.

—¿Acaso no es evidente, Dragón? —le pregunta uno de los agentes invisibles que aseguran el departamento—. Ustedes nunca van a escapar de aquí. Yo me aseguro de eso.

La voz les resulta familiar a todos y enciende sus alarmas, sin embargo, cuando revela su identidad, todos, incluyendo a Arad y a los participantes de la fiesta palidecen como si hubieran visto a un fantasma y se les baja el efecto de la droga de inmediato.

—D…D…Dorsan, mi señor —exclama Arad con miedo.

—Necrofilia y canibalismo. Los tengo grabados —les grita Dorsan a todos los presentes que lo ven con terror—. Me decepcionan todos ustedes. Especialmente tú Arad. Confié en ti, pero abusaste al usar tu poder para estas aberraciones.

Los invitados se visten con lo que pueden y agachan su cabeza mientras Dorsan camina frente a ellos, con esa mirada fuerte y juzgadora. Ambos dragones están perplejos ante la presencia del poderoso General de Fatal, pero más allá de buscar venganza, quieren respuestas.

—¿Por qué, Dorsan? —pregunta Melquized.

—Existe una razón para mantenerlos a todos ustedes aquí, sin embargo, ustedes nunca la sabrán, lo siento mucho por su terrible situación. Por otro lado, tú, ya no me sirves, tampoco tú Reindruss. Necesito líderes sin tanta iniciativa, lo suficiente para mantenerlos con la esperanza y que no busquen una muerte rápida. Vi en ti, Reindruss, ese ímpetu para ser el siguiente líder de los de tu especie, pero no fuiste capaz de dejar a un lado tu orgullo, por lo que no me eres útil.

—¿Acaso somos marionetas para ti? —le reclama Melquized.

—Por supuesto, siempre lo han sido desde el momento en que pusieron un pie en mi planeta. ¿De verdad pensaron que ustedes tendrían libertad de reconstruir su hogar, aquí? —le reclama Dorsan entre risas—. No te confundas dragón, tu cuerpo y tu mente pueden ser más evolucionados que los de nosotros, pero eso no te otorga nada sobre nuestras tierras sagradas. Los trece Reinos alcanzarán la gloria de las estrellas y dejaremos de depender de este planeta, mientras tanto, ustedes se quedan bajo nuestros pies.

—No —grita Melquized con llanto—. ¡No lo voy a permitir!

El dragón herido de su brazo se abalanza sobre el general Dorsan, pero súbitamente uno de sus agentes en modo invisible lo intercepta y clava su espada en su pecho. Aprieta sus puños y con un golpe le revienta el casco y la obliga a salir del modo invisible.

—Zytia —exclama uno de los invitados.

La agente se enfurece y resiente un poco las heridas que le provocó Reindruss, por lo que deja su espada clavada en su pecho y de una patada lo lanza en contra de la pared. El dragón que tiene aprisionado a Arad, clava sus garras en su cuello y lo deja morir desangrado. Corre hacía la agente Zytia, pero Dorsan lo intercepta y lo embiste en contra de la pared. Melquized le suplica que saque el guerrero que yace en su espíritu y el poderoso dragón extiende sus alas al sentir cómo la suplica de su hermano dragón hace que arda su interior.

Zytia se acerca para inyectarle un líquido que busca dormirlo, pero el dragón se le adelanta y en un intento de agarrarla, hace el gesto de sujetarla de una de sus manos, pero se deja caer al suelo y le sujeta una de las piernas. Zytia grita al saber lo que le espera, pero Dorsan intenta detenerlo junto con otros agentes, sin embargo, el dragón los lanza fuera del apartamento con un movimiento brusco de sus poderosas alas.

La agente se agarra de donde puede, pero de nada le sirve cuando el dragón la golpea contra todos y todo lo que hay en el departamento de lujo. Arad se levanta cuando uno de los invitados sanó sus heridas y junto a ellos corren para salir lo más pronto posible. Dorsan, levitando, se adentra en el departamento y trata de detener el embiste que está sufriendo una de sus mejores reclutas. Zytia se agarrada de todo lo que puede y aun cuando sujeta muebles bastante pesados, el dragón no detiene su furia y la estrella contra todo.

De un golpe logra que suelte a Zytia, mientras que otros de sus agentes se abalanzan e intentan detener a Reindruss, pero cuando todo parecía que iba a sucumbir ante los agentes de Dorsan, Melquized se levanta y clava la espada de Zytia en el abdomen del general Dorsan. Ambos poderosos guerreros caen, y mientras el General intenta retirar la espada con desesperación, Melquized reúne sus últimas fuerzas y lo apalea a golpes con sus puños. Los agentes desesperados logran quitarle el moribundo Dragón a su General, pero Zytia por más que lo intenta no puede zafarse del poder de Reindruss y llorando grita a todo pulmón que su pareja venga a salvarla.

Violando el protocolo al ser un agente de Dorsan para operaciones dentro del reino, Zytia se comunica con su Levos, un poderoso y famoso soldado del reino de Brivader. El soldado que se encontraba ejercitándose en el gimnasio logra escuchar la suplica desesperada de su novia y cuando recibe las coordenadas, inmediatamente se teletransporta hasta su ubicación.

Levos aparece y lo primero que observa es a su pareja llena de sangre y con gritos de agonía. El soldado de Brivader se enfurece y de un solo golpe logra mandar a Reindruss al suelo. Le quita las manos que aprisionaban a Zytia y uno de los invitados con habilidades curativas le suplica que aleje a Reindruss para curar a Dorsan y a ella. El soldado de Brivader lo ignora y después de dejar a Zytia en uno de los sofás, procede a golpear a Reindruss sin que el dragón pueda esquivar sus golpes a puño limpio. Reindruss lo observa y sabe que no es un hechicero común y corriente, puede sentir un poder que desborda en ira.

El dragón y el soldado de Brivader se lanza golpes brutales sin importar esquivar los golpes. Como si fuera consecutivo, Levos lo golpe de un fuerte golpe y después lo hace Reindruss. Así hasta que el dragón no puede más y cae de rodillas. Levos grita como si fuera un aminal y con una patada logra que el dragón quede a su merced. Y así como Melquized golpeó a Dorsan, el soldado de Brivader lo golpea estando hincado sobre él. Un golpe tras otro, Reindruss apenas puede levantar las manos para evitar los golpes de Levos. No piensa pedirle que se detenga, en cambio voltea hacía Melquized y con lágrimas se despide de su hermano dragón.

—¡Detente, Levos, no lo mates! —exclama Dorsan con su herida de gravedad cerrada, pero no curada del todo—. Sufrirá por lo que nos hizo.

Con lágrimas de furia, el soldado de Brivader se levanta del agujero que hicieron sus golpes al piso del lujoso departamento. Corre hacía Zytia y ella con apenas fuerzas para hablar le confirma que estará bien.

—¡Esto es tu culpa! —le reclama Levos a Dorsan—. Casi la matan por tu culpa. Es un maldito dragón de clase guerrera. ¿Qué estabas pesando al traerla a ella? Ni un maldito ejercito pueden detener a un dragón así.

—Ten cuidado con tus palabras, Levos. Estás hablando con un General de Fatal —le recuerda Dorsan con apenas fuerzas mientras el hechicero sigue sanando su herida mortal.

El soldado de Brivader se enfurece y se hinca ante Zytia para darle todo su apoyo. Ella apenas puede respirar y llora no por el dolor, sino por lo abrupta y traumática que fue la embestida del dragón. Aunque no conoce el arte de sanar otras personas, intenta hacerlo como si fuera su propio cuerpo y logra sanar las heridas superficiales de su pareja.

—Hazte a un lado, soldado —le pide el hechicero que curó la herida de Dorsan y procede a ayudar a Zytia en sus múltiples heridas y huesos rotos.

Súbitamente el departamento se llena de agentes de Dorsan y sin esperarlo, la policía aparece tras el reporte de que el departamento lujoso fue atacado por un dragón. Para la sorpresa del General Dorsan, los agentes de policía llegan junto con Esai y el General Tresmo.

—Dorsan, ¿estás bien? —le pregunta Tresmo inmediatamente al verlo con su traje totalmente ensangrentado.

—Sí, ni pienses que Oziel o tú se van a deshacer tan fácil de mí —le responde con una sonrisa.

—¿Quieres que lo diga? —le cuestiona Tresmo con una sonrisa, mientras que Dorsan se molesta al saber de qué se trata.

Tanto Tresmo como Oziel estaban al tanto del plan de Dorsan sobre Melquized y Reindruss, sin embargo, Tresmo le advirtió que es muy peligroso jugar con dragones tan poderosos. Le advirtió que necesitaba fuerza bruta más allá de rapidez para poder contener a un dragón como Reindruss.

Dorsan se confió al pensar que solo bastaba con su mejor prospecto y él. Zytia sigue siendo parte de sus agentes para operaciones de espionaje, pero ella no es una guerra tal como él quiere que sea. Ella junto con Levos viven en la ciudad de Dominó en Brivader y el general le pidió que lo ayudará en la operación “Dragón sin esperanza”. Si ambos lograban contener a ambos dragones, entonces él la invitaría a ser parte de uno de sus programas secretos “Soldados en Solo” para incursionar en otros reinos y operaciones riesgosas.

Tresmo contiene a Reindruss el cual aún se mantiene despierto, suplicando entre balbuceo que le perdonen la vida a su familia. Lo levanta como si no fuera nada y lo mete dentro de una de las cabinas de una nave de la policía y le pide a Esai que lo lleve hasta Efazleo, una prisión bajo el agua de máxima seguridad que se encuentra a un par de kilómetros de la costa.

Antes de que la cabina se cierre, el dragón le suplica a Tresmo que por favor le perdone la vida a su familia, le confiesa que se arrepiente de haberlos atacado y que él está dispuesto a todo, mientras su familia sea perdonada.

—Reindruss, lo siento, pero tú espíritu fue más fuerte que tu mente y ahora tú y tu familia está a la merced de nosotros. Tú elegiste este camino —le responde Tresmo.

El dragón grita mientras sus lágrimas brotan, le suplica a Tresmo que perdone a su familia, pero en ese momento se cierra la cabina y Reindruss es transportado hasta la prisión de máxima seguridad. El General Tresmo se acerca a Zytia y ella le asegura que está bien, después procede a hablar en privado con Levos. Tresmo le explica que la operación falló y que, aunque le agradece, le pide que guarde silencio sobre lo que acaba de suceder. Levos entiende, puesto que él es muy cercano a la General Velamiel de Brivader y entiende sobre operaciones secretas. Le asegura que no dirá nada, pero le pide que por favor nunca más vuelva a arriesgar la vida de Zytia de esa forma. Él le promete que no volverá a pasar y cualquier operación que suponga un riesgo, ella estará acompañada lo suficiente como para que las cosas no se salgan de control. El soldado de Brivader le agradece y el tener a una persona tan legendaria como él hace que su furia apacigüe. La General Velamiel le ha hablado mucho sobre Tresmo, y Levos lo ve con ojos de admiración.  

Siguiente capítulo: Lejos de Casa – Capítulo 7: Desolación y devastación (Final)

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