Lejos de Casa – Capítulo 7: Desolación y devastación (Final)

Publicado por JLT en

Lejos de Casa – Capítulo 7: Desolación y devastación (Final)

Efazleo, Prisión de Máxima Seguridad de Fatal

Se encuentra sentado, fuertemente encadenado a una silla de metal con la habitación en completa oscuridad; ni siquiera su vista natural de visión nocturna es capaz de percibir los finos detalles de las paredes y objetos que lo rodean. En su mente no solo el arrepentimiento le imposibilita el concebir un poco de sueño, es el destino de su familia lo atormenta. Así se ha mantenido por tres largos días.

Sabe Melquized está muerto y quizás su familia haya sido arrojada por ese agujero, de eso puede estar seguro y reconoce con certeza que el mismo destino que la familia de Melquized, los suyos lo tendrán. Tuvo la oportunidad de conseguirles un destino de libertad, no, él sabe que todo fue una trampa, una mentira para que ambos vigorosos líderes cayeran en desgracia. Todo fue parte del plan de Dorsan; el General de Fatal tiene a los hijos de las estrellas danzando en la palma de su mano y no hay poder que pueda cambiar eso.

Rechaza la comida que le ofrecen y cuando se la intentan meter a la fuerza, obtiene un impulso que le permite repeler tal acción a pesar de encontrarse encadenado. Lo único que quiere es ser libre, sin embargo, eso no sucederá, ya que su alma no solo está anclada a Terra Gaia ahora, sino que tanto Tresmo como Oziel tienen planes especiales para el honorable dragón.

La intensa luz lo ciega por unos instantes hasta que su vista se adapta y logra percibir la figura del General Tresmo junto con el rey de Fatal. Tresmo se acerca al dragón y le levanta la barbilla, él le lanza un gruñido en respuesta ante el atrevimiento del famoso y admirado General.

—Acaben con mi existencia —les pide el dragón con voz baja—. Sé que mi familia está muerta, así que no me queda razón para vivir.

—No —dicta Oziel—. Te equivocas, Reindruss, tú vida aún tiene importancia.

—¿Y qué hay de mi familia? —le cuestiona el Dragón con dolor, furia y desesperación.

—Muertos, pero no por mi mano —le responde Oziel sin vacilar y con su mirada clavada en los ojos del dragón. Reindruss mira hacia arriba, imaginando la belleza de las estrellas que se esconde tras cientos de metros de roca—. En todo el subterráneo se conoce tus acciones. Traicionaste al líder de los dragones, a Melquized. Tú, un dragón guerrero de la más honorable familia, traicionó a los suyos y en respuesta, tu familia fue asesinada. Así fui informado.

Un potente y prolongado suspiro le antecede a un grito de dolor y furia inmensurable que lo lleva a desgarrarse la piel al querer romper sus cadenas. Tanto Tresmo como Oziel lo observan preocupados cuando una de sus cadenas cede ante el dolor convertido en poder. El general se acerca y trata de contener al dragón con su fuerza, sin embargo, Reindruss grita y una vehemencia poderosa surge de su interior, logrando romper las cadenas que lo aprisionaban, pero no sin desgarrarse su áspera y recia piel de dragón.

Ambos hechiceros intentan contener al dragón inmediatamente, pero no les resulta fácil. Reindruss ataca a Tresmo y lo intenta golpear con la garra afilada de sus alas, pero el rey de Fatal ve su oportunidad y con un devastador golpe en el abdomen, envía al dragón al suelo. Al intentar levantarse, Tresmo lo patea tan fuerte que lo estrella en el techo y al caer se golpea con la silla de metal.

Jadeando y lamentándose por la muerte de su familia el dragón suplica misericordia, sin embargo, esto no quedará impune y el General patea al dragón para que quede bocabajo. Sujeta una de sus alas y con su pie sobre su espalda y con una fuerza brutal que logra manifestar gracias a su poder mágico, Tresmo le arranca una de sus alas. Reindruss se revuelca de un dolor extremo, pero Oziel logra contenerlo con su poder de telequinesis, algo que Tresmo aprovecha y logra arrancarle la otra ala. Con gritos de agonía el dragón suplica que lo maten, mientras es incapaz de mover su cuerpo por el poder del rey de Fatal.

Aunque no es un hechicero de fuego, el general manifiesta una bola de fuego en la palma de su mano y con ella cauteriza ambas heridas del dragón. Oziel llama a un especialista médico hechicero en la curación de seres no-humanos y atiende de inmediato las heridas del dragón, también logra anestesiar su dolor. El dragón intenta atacar al médico, pero Tresmo se lo impide y le amenaza de que no intente nada, de lo contrario le arrancará un brazo.

—Por favor terminen mi sufrimiento —les suplica Reindruss cuando acepta su situación y deja de luchar—. Lo he perdido todo, todo. Concédame una muerte rápida.

El hechicero médico se retira por orden de Oziel.

—No, he dicho que no y mi palabra será ley —le reitera Oziel con ese porte elegante y poderoso que tanto lo caracteriza—. Necesitamos de tus habilidades.

—¿Qué te hace pensar que haré algo por ustedes? —le cuestiona Reindruss con una sonrisa burlesca.

—No tienes opción dragón, un desterrado como tú, sin familia, ni amigos, tampoco honor, nos será de utilidad —le responde Oziel, acostumbrado a que siempre se haga lo que él dice, sin embargo, está vez la situación es muy distinta a la que está acostumbrado.

—Prefiero la muerte que hacer algo por ti, Oziel, o por ti, Tresmo. Me usaron y por eso mi familia está muerta. ¿Acaso no lo ven? Yo ya estoy muerto, ya no tengo razón para vivir. Todos nosotros, todo, fuimos engañados. Pensamos que aquí sería un lugar seguro para nuestras familias, pero todo fue una mentira. Una maldita y vil mentira. ¿Por qué Oziel? ¿Por qué nos mintieron? —le cuestiona Reindruss después de levantarse y con dificultad para mantenerse parado.

—Una guerra se aproxima, Reindruss, una que definirá nuestro futuro en este planeta. Para serte sincero, no estoy seguro de que ningún de los reinos vaya a sobrevivir, ni siquiera puedo asegurar el futuro de mi familia. Esta guerra que viene será total y no sé cómo ganaremos, pero lo que sí sé, es que haremos todo lo que este en nuestras manos para evitar perder —le cuenta Oziel intentando sonar confiado, pero las palabras salen de su boca con dudas y miedo.

—No podemos traer a tu familia de la muerte, pero sí podemos ofrecerles un salvoconducto a sus almas, evitando sucumbir ante la rueda de experiencias de este planeta y, por lo tanto, evitar encarnar en uno de nosotros. Sé que ustedes consideran la más alta traición el nacer en sociedades humanas —añade Tresmo y se acerca al dragón, en su intento de convencerlo.

—¿Qué parte no entienden que en la primera oportunidad que tenga, los voy a matar? —le reclama Reindruss entre gruñidos. Varias veces pasó por su mente la idea de volver a atacarlos, pero al sentir la falta de sus alas, la idea se disipa rápidamente.

—Entonces muere y renace como un humano, permanece atrapado en este planeta y el destino del alma de tu familia será el mismo que el nuestro —le responde Tresmo—. De cualquier manera, tú estás atado a lo que hagamos Oziel y yo.

—¿Por qué confiaría cuando ustedes me traicionaron? —le reclama Reindruss incapaz de comprender cómo pueden pedirle que los ayude. La idea es imposible para la mente del dragón. Su familia está muerta, y ellos que son los causantes de tal tragedia, le piden que trabaje para ellos. Piensa que se trata de una broma cruel, demasiado cruel, pero las palabras de Tresmo resonaron en lo más profundo de su mente. Al haber entrado al planeta Terra Gaia como refugiados, entonces sus almas se han anclado al corazón de Gaia y al morir, sus almas irán con ella, a su corazón para renacer como un humano.

—Dorsan, mi General carece de visión y no es capaz de entender nuestro futuro incierto. No ve el potencial que yo veo en ti. Él te usó para cortar la cabeza de tu pueblo, deshaciéndose de Melquized sin necesidad de un levantamiento en contra de mi reino. No es le primera vez que lo hace y tampoco será la última, no obstante, te subestimó y eso casi le causa la muerte. Eso es algo digno de ver mi estimado dragón —le explica Oziel—. Veo en ti un tremendo potencial para los eventos futuros que definirán el futuro de nuestra civilización que ahora es tu civilización.

—¿Quieres que me convierta en un asesino? —le cuestiona Reindruss con incredulidad y furia, tanto que intenta desesperadamente obtener la fuerza necesaria para atacarlos, sin importar que lo maten. El dragón quiere gritarle a Oziel y matarlo por su increíble y atrevimiento.

—Sí, tú eres el asesino perfecto, Reindruss. Eres tan fuerte que puedes enfrentarte a uno de los mejores agentes de Dorsan y a él y ganarles sin ninguna habilidad más que tu fuerza bruta. Si te capturan, absolutamente nada podrá ligarte a nosotros, ustedes los dragones, es impensable que alguien tenga el atrevimiento de pensar que tú trabajas para mí. En todos los trece reinos, no existen dragones que estén del lado de nosotros los humanos. Existen acuerdos y trabajos mutuos, claro, pero un dragón jamás mataría por las ordenes de una nación humana y eso te convierte en el asesino y espía perfecto —le explica Oziel con elocuencia y seguridad, pero incapaz de entender el dolor que atrapa y ahoga al dragón.

—Pensé que ustedes me matarían por lo que hice, pero me equivoqué. ¡Ustedes son unos malditos locos que merecen morir! ¡Me traicionaron y dejaron que mi familia fuera asesinada y aún tienen el maldito descaro de pedirme que asesiné por ustedes! ¡No Oziel, al único que voy a asesinar es a ti! Si no tienes el maldito valor para matarme, lárgate de mí vista y déjame morir de una vez —les grita Reindruss con una furia tan devastadora que cae hincado de la impotencia y el agotamiento que le causan sus heridas.

—Entonces tu familia y tú estarán condenados a formar parte de nosotros —le reitera Oziel—. El destino de mi alma es el mismo que el tuyo y el de tu familia.

—¡No me importa, nada cambiará el hecho de que somos dragones, ni siquiera quedar anclados a este maldito mundo de humanos! Si no puedo matarte en esta vida, te prometo Oziel, que te mataré en mis siguientes vidas, aunque eso me obligue a quedarte hasta el final de los días de este planeta.

El rey de Fatal se enfurece y se acerca al dragón que se encuentra recargado a la pared, con apenas fuerzas para poder mantenerse de pie. Cierra sus puños y por un momento piensa en golpearlo, pero Tresmo interviene para calmarlo. En cambio, golpea la pared y con fuertes suspiros continúa con su discurso.

—Reindruss, estoy esforzándome por convencerte, pero me puedo percatar de que nunca llegaremos a un acuerdo. Entiende esto, tú vas a ser un asesinó y espía para Fatal, y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Esto no se trata de tú o yo, ni siquiera de nuestra familia, se trata de toda una civilización. Comprende, nuestra lucha es contra un enemigo que no podemos ver ni tocar, y si yo no hago algo al respecto, nadie lo va a hacer.

Las palabras salen de su boca de forma natural y casi poética. Oziel es el mejor orador que existe en los trece Reinos y sus palabras cargadas de sentimiento logran hacer que hasta Reindruss lo escuche detenidamente.

» Nuestros Padres fundadores lo entendieron y es por eso que ustedes están aquí. No les abrimos nuestras puertas por actos altruistas, lo hicimos para que nos ayuden a luchar contra un enemigo invencible, pero ustedes nos dieron la espalda y se aislaron de nosotros y de nuestras costumbres, prefirieron construir sus propias ciudades sin importarles nuestra relación con la naturaleza y los elementales. Pudimos unirnos y trabajar juntos, pero ustedes pensaron que nosotros éramos demasiados primitivos como para adaptarse a nuestras costumbres. No Reindruss, no es así como piensas, no soy un villano, tan solo soy un hombre desesperado por el futuro de todos nosotros. Si tengo que sacrificar mi honor, mi alma y mi vida para que sobreviva mi civilización, entonces así lo haré.

—Entiende algo, Reindruss —le pide Tresmo—. Yo me considero un pacifista, pero también soy un guerrero que hará todo por nuestro futuro, aunque eso incluya sacrificar todo lo que soy. El mundo no está listo para la guerra que se aproxima, pero eso ha estado cambiando gracias a las acciones de Oziel y mías. Los necesitamos a ustedes para ayudarnos a ganar la batallas que vienen. Puedes lamentarte todo lo que quieras, pero te recuerdo que tu familia y tú ahora son parte de este planeta, y si no logramos ganar nuestro derecho sobre este mundo, entonces todos estaremos perdidos y sucumbiremos ante la destrucción de todo lo que conocemos y hemos construido.

» Te estamos dando esta oportunidad porqué sabemos que eres un formidable y leal guerrero, así como nosotros. Este es tu hogar y el de tu familia desde el momento en que llegaron aquí, puedes esperar tu muerte en la oscuridad de tu celda o puedes ser pieza clave para preparar a nuestra civilización para el apocalipsis. Si ganamos, ustedes podrán irse del planeta, pero si perdemos, todos nos vamos al abismo.

—Recuerdo el día en que llegué a este planeta. Ustedes me recibieron con los brazos abiertos y me prometieron que ninguna fuerza exterior se atrevería a acercarse a mi familia. A pesar de que ustedes son humanos, acepté venir, porqué lo que seguía a mi familia y a mí es infinitamente peor que vivir bajo la protección de humanos. Un poder tan abominable que ni siquiera ustedes se imaginan buscaba devorar el alma de mi familia y la mía, solo la Corte Celestial tiene la capacidad y así fue como terminamos aquí, sabía que este planeta y todos ustedes están protegidos por ellos y el poder que buscaba devorarme no se atrevería a venir aquí por miedo a los Protectores de los Universos.

Reindruss toma en serio las palabras de ambos poderosos hechiceros y con gran esfuerzo levanta su rostro para no verlos con la mirada baja.

» Ustedes viven 500 años. Yo puedo vivir miles de años y pensé que este lugar sería un refugio temporal hasta encontrar la forma de escondernos de esa fuerza devastadora. Para mi sorpresa, mis hermanos dragones y los seres de las otras especies se encontraban subyugados como animales en las cloacas de sus ciudades doradas. No Oziel, no Tresmo, prefiero la muerte y caer al abismo que trabajar para unos malditos miserables como ustedes. Yo jamás hubiera usado a seres de otros mundos como escudo y espada para ganar una guerra en contra del espíritu del planeta. Ustedes están condenados a morir y yo no haré nada para ayudarles a sobrevivir cuando su furia venga para exterminarlos.

—¿Acaso crees que es esto lo que quiero? —le reclama Oziel eufórico y enojado—. ¡Yo no estuve ahí cuando ustedes nos rechazaron y tampoco fui yo el que los obligo a vivir en las cloacas como animales!

» Hace apenas diez años me convertí en rey de una nación que se dirigía al abismo. He intentado negociar con ustedes, pero cada vez que lo hago, ustedes me escupen en la cara y me rechazan por su maldito orgullo de dragón y sus reclamos sobre lo que mis antepasados les hicieron. Te tengo una sorpresa dragón, ¡yo no soy mis antepasados! Yo no quiero que mi civilización sucumba y nos vayamos al maldito abismo. Soy un hombre con una sed ferviente de alcanzar las estrellas. Deseo con todo mi anhelo una verdadera libertad en la que nadie ni nada dicte nuestro destino.

» Yo no maté a tu familia, yo no maté a tus hermanos, yo solo quiero evitar más derramamiento de sangre, porqué todos nosotros estamos en este barco y nos guste o no, si el barco se hunde, todos nos vamos a las profundidades del abismo.

» No quiero que ustedes vivan debajo de nuestras ciudades, pero tampoco puede permitir que destruyan nuestra naturaleza. Ustedes no entienden la conexión vital que tenemos con la naturaleza de este planeta, ustedes provocaron que los enviáramos al subterráneo para evitar ecocidios y la destrucción de nuestra forma de vivir. Si no fuera por su maldita manía de buscar la forma de neutralizarnos y tener el poder en nuestras sociedades, Melquized y tu familia estarían vivos, y tú no estarías aquí, pero su terquedad excesiva los hace cometer idioteces. ¿De verdad pensaste que escapando del planeta lograrías traer a los de tu especie para destruirnos y tomar control del planeta, de nuestro planeta?

» Este es nuestro hogar, Reindruss, queremos compartirlo con ustedes, pero necesitan aceptar nuestras reglas. No podemos permitir que hagan lo que quieran. Nosotros dependemos del flujo de la vida de este planeta y sin ese flujo, pereceríamos. Entiende que Tresmo y yo llegamos al poder cuando las cosas ya se habían salido de control. No quiero que ustedes sufran de esa manera, pero tampoco puedo permitir que nos destruyan para que ustedes sean libres. Comprende mi posición, yo no velo por mi seguridad o la de unos cuantos, por el contrario, dragón, busco la supervivencia de toda mi civilización y si no eres capaz de entender eso, entonces muere y espera el destino de tu alma a manos de los que sí lucharemos por hacer algo al respecto.

El dragón se queda sin palabras, puede apreciar que las palabras de Oziel son verdaderas y sus intenciones, aunque cuestionables, tienen un propósito mayor, sin embargo, no puede perdonarlo por lo que acaba de suceder, al final de cuentas, él es el rey y Dorsan lo hizo bajo su reinado.

—¿Qué diferencia haría si decido aceptar tu propuesta? —pregunta Reindruss con la mirada baja, incapaz de ver a Oziel a los ojos.

—Mínima, sin embargo, necesitamos toda la ayuda en estos momentos y esa ayuda mínima puede ser clave en los eventos futuros —le responde Tresmo mientras observa cómo Oziel se limpia las lágrimas que brotaron al abrirse completamente ante Reindruss.

—¿A quiénes mataría? —pregunta Reindruss y alza su mirada al rey de Fatal.

—Entiende algo antes Reindruss. Oziel ha iniciado una campaña para unificar los trece reinos y así ser una súper potencia para sobrellevar la guerra que se aproxima. No todas las naciones, ni tampoco todos los hechiceros apoyan la campaña de Oziel. Hay quienes harán todo por detenerlo, y ahí es donde entrarás tú. Debido a tu naturaleza puedes infiltrarte en los mundos bajos de las otras naciones —le responde Tresmo y se acerca al dragón, sin miedo a que llegue a atacarlo—. Por obvias razones ya no puedes regresar a Velantra, pero tendrás un hogar en las afueras, oculto de la vista de todos. Me aseguraré de que tengas todo lo que necesites para cumplir tus misiones.

—¿Puedo enterrar a mi familia? —pregunta Reindruss con una mirada deteriorada y derrotada.

—No —responde Oziel con firmeza—. Si aceptas trabajar para Tresmo y para mí, tienes que olvidar tu pasado y enfocarte en el presente. Cuando logremos obtener el mando de este planeta, buscaremos las almas de tu familia y tú, y serán libres de estar anclados a este planeta.

—Cuando llegue ese momento, voy a matarte Oziel junto con Dorsan —le asevera Reindruss sin vacilar y con su poderosa mirada clavada en el rey de Fatal.

—Cuando seamos libres, te doy mi permiso para matarme, mientras tanto, tenemos que prepararnos para una guerra total.

—Acepto —exclama Reindruss.

Fin.

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