Lejos de Casa – Capítulo 5: El Orquestador

Publicado por JLT en

Lejos de Casa – Capítulo 5: El Orquestador

Los dragones detienen su ávido avance frente al reluciente escritorio de Arad. Al verlos de frente, él cierra la pantalla de su pulsera y se levanta de su silla con una enorme sonrisa dibujada en su rostro y una tremenda fascinación por las ideas que tiene en mente para sus honorables invitados. Supuso que vendría acompañado, no obstante, no pensó que se iba a tratar de Reindruss.

Melquized estaba a punto de iniciar la conversación, sin embargo, Arad le pone un dedo en su boca para que siga manteniendo silencio. Los rodea y admira sus escamosos y grandes cuerpos. Acaricia las alas de Reindruss, algo que lo hace enfurecer, pero Melquized lo tranquiza para evitar una tragedia, aunque Arad no es alguien débil a pesar de tener una complexión extremadamente esbelta.

—Sí, ambos son más que perfectos —proclama Arad con una sonrisa un tanto forzada—. Ah, por cierto mi estimado Melquized, tu guardia que llevaba el cuerpo de mi gatito, está muerto.

Un súbito vacío en su estómago lo deja congelado, no obstante, sus brazos reaccionan e intentan atrapar a Arad por instinto. El extravagante orquestador de Velantra logra zafarse de su agarre sin ningún problema. Su sangre le hierve y levanta el pesado escritorio y lo lanza tan lejos como puede. Arad no toma de buena manera su violenta reacción.

» La siguiente vez que te tomes la libertad de terminar con la vida de uno de mis trabajadores, te las tendrás que ver con Dorsan, y no lo tomes como una amenaza, sino como un consejo de amigos. Por cierto, el costo de ese escritorio que tanto me gusta lo recuperaré de los impuestos a tu gente.

El dragón clava su mirada en él. Aprieta con fuerza sus puños y prepara su mente y cuerpo para intentar vengar a su compañero dragón, pero Reindruss intercede para tranquilizarlo. No es la primera vez que Arad le hace algo así y tampoco será la última. El orquestador de Velantra se divierte de los dramas de los refugiados de las estrellas.

—Recuerda porqué estamos aquí —le musita Reindruss y con eso logra hacer entrar en razón a su compañero.

Su relación comenzó antes de que Arad fuera elegido por el Rey de Fatal para ser el que se encargue de Velantra y tenga el derecho de decidir sobre el futuro de los ciudadanos de las estrellas. Melquized no era el líder de los dragones en ese entonces, pero tenía la confianza total del anterior líder, por lo que llevaba un par de relaciones cruciales entre los dragones y el antiguo orquestador de Velantra. Así se conocieron, y con los años se convirtieron en los líderes. No lo aparenta y no tiene intención de hacérselo saber, pero Arad le tiene gran estima a Melquized por ser un líder que respeta y admira a pesar de su situación que sin importar que tanto puedan caer, reconoce que el dragón líder nunca se da por vencido, y por esa razón no lo entregaría a Dorsan, a menos de que pierda la cabeza y sea un peligro para la estabilidad de la ciudad subterránea, algo que a nadie le conviene, especialmente al orquestador.

 —¿Me entregarás su cuerpo? —le pregunta Melquized tras apaciguar su ira, pero con su mirada profunda y sofocante clavada en el humano, como si un animal salvaje estuviera a nada de saltar sobre su presa.

—¿Tienes la remota idea de las ganancias que puedo conseguir con su cuerpo? —le pregunta Arad con la intención de hacerlo enfurecer al ver que hace esa mirada de cazador que tanto le gusta hacer para mostrarse como una amenaza—. Tengo un par de clientes que pagarían tantas lunas que nos harían a todos muy ricos, bueno, me refiero a mí por supuesto. Pero no te preocupes mi estimado Melquized, por supuesto que te entregaré su cuerpo intacto como agradecimiento de la buena relación que tenemos. Ya hasta ordené que lo llevarán a tu nivel.

—Gracias —balbucea Melquized, y Arad hace un gesto de que no logra escucharlo—. ¡Gracias!

—¿Ya ves que no es tan difícil agradecer? Los de tu especie deberían de aprender modales ahora que están en mi hogar. Como sea, ustedes no están para perder tiempo conmigo, ni yo con ustedes. Te ayudaré a conseguir tu nave especial, al fin y al cabo, para mí eso no representa ningún problema.

—¿Qué pides a cambio? —le pregunta Reindruss.

—A ustedes, y sus virtudes —le responde Arad con una carcajada.

—Mi cuerpo no está a la venta —le aclara Reindruss tras no captar su respuesta en un inicio, en cambio, Melquized sí lo hizo, pero prefiere guardar silencio.

—Entonces no hay nave, así de simple.

—¿Para esto me necesitabas? —le reclama Reindruss a su compañero dragón, sin embargo, él continua guardando silencio.

—Van a hacer lo que yo les diga o nunca tendrán esa nave —les asevera Arad de forma seria, aunque por dentro quiere reírse de su situación.

—Reindruss…

—¡No! Estoy aquí para luchar, no para ser un juguete sexual —le reclama de forma grosera el orgulloso dragón guerrero.

—Apresúrate Melquized, no tengo tu tiempo —le exige Arad.

—Reindruss, no tenemos opción —balbucea Melquized con su desgastado orgullo al sentir la misma furia que su compañero, pero a diferencia de él, la necesidad hace tiempo que lo doblegó—. Lo vamos a hacer Arad, te doy mi palabra. Ahora déjame a solas con mi compañero por favor.

—Espléndido, nos veremos esta noche, entonces. Ya sabes en donde, al igual que sabes cuál es la salida de aquí —le indica y Arad sale de su enorme habitación riéndose, y con un caminado burlón que no pasa desapercibido por ambos dragones.

—Prefiero sacarme el corazón que ser un objeto de sus deseos —le reitera Reindruss furioso y decepcionado de su compañero.

—No tenemos opción. Sé que es un insulto a todo lo que nos hace un dragón, sin embargo, hay batallas que se ganan sin derramar sangre. Esto lo hacemos por el futuro de todos nosotros, y es un sacrificio que estoy dispuesto a hacer con tal de que mi familia y tu familia puedan vivir libres.

—Si lográramos cortar la fuente de sus habilidades energéticas, ni siquiera con sus armas de fuego tendrían oportunidad en contra de todos nosotros —dice Reindruss.

—La fuente de sus poderes es el planeta. Tendríamos que destruirlo para arrebatarle sus habilidades.

—Odio la situación, Melquized. Hay veces en las que pienso que quizás no fue la mejor opción el haber escapado de Nhil. Al menos nuestra esencia como un dragón no sería violada de esta forma por actos humanos.

—Es peor ceder tu libre albedrío y ser un peón más de una mente colmena. Tu familia se hubiera convertido en una célula más, sin futuro más que ser carne. Todo es mejor que ser parte de Nhil. Al menos aquí tienes una oportunidad de luchar, con él esa opción no existe, y esa lucha es aquí y ahora, aunque sea sacrificando nuestra integridad.

—¿Por qué yo? —le pregunta Reindruss con su mirada baja.

—Antes que nada, porqué creo firmemente que tú puedes ser mejor líder que yo, y puedo ver en ti todo lo que hace gloriosa a nuestra especie, y porqué… Arad te eligió.

—No estoy aquí porqué así lo quisiste, estoy aquí porqué un humano me eligió para ser el juguete sexual de alguien más —le comenta con voz quebrada al sentir que no vale nada—. Me voy a casa, al basurero que llamamos casa.

Melquized conoce lo que Reindruss siente en estos momentos, él también sintió eso cuando aprendió que sin importar lo que haga, los humanos de Fatal están varios pasos por delante. Por eso lo deja ir, aunque tiene la incertidumbre de si realmente lo hará, de lo contrario tendrá que negociar con Arad otra vez y quizás pierda la oportunidad de obtener la nave.

Llega hasta el complejo habitacional en su nivel y se sienta en su roca favorita. Observa a sus hijos jugando con otros niños, y en silencio llora por sentirse derrotado en todo sentido. Levanta una roca que estaba entre sus pies y sin esfuerzo logra reventarla en la palma de su mano. Sangra un poco, no obstante, esa sensación le trae buenos recuerdos de sus tiempos como un soldado para su civilización galáctica.

Una casi imperceptible vibración desde una de sus bolsas de su traje llama su atención. Saca el dispositivo de comunicación que le fue dado. Lo observa por un momento y duda si debería de responder. Se coloca el dispositivo y escucha la voz de Dorsan reclamándole que debe de responder de forma inmediata. El dragón se enfurece y destruye el dispositivo sin siquiera darle espacio al General para que dé su tan urgente mensaje.

Sabe que vendrán a por él, pero ya nada le importa y se queda observando a los niños que juegan en la tierra. Después de un par de minutos, siente un metal que toca su cabeza, pero no le da ninguna importancia.

—No debiste haber destruido el comunicador —le amenaza el agente en modo invisible que tiene su espada en el cuello del dragón.

—No me importa. Haz lo que quieras. Ustedes ganan, ustedes siempre han ganado.

—¿Acaso no te importa tu familia? —le reclama el agente.

—Ustedes son la civilización más patética que he conocido. Usar a mi familia como rehén es muy bajo, inclusive para las civilizaciones galácticas humanas. Como siempre recurren a actos cobardes para salirse con la suya. Tú y tu civilización me da asco. ¡Mátame si quieres!

—Baja la voz —le pide el agente al ver que tanto los niños como otros refugiados voltean a ver a Reindruss.

—Mátame si tienes el valor, mujer humana, pero no me hagas perder el tiempo con sus estúpidos intentos de vender mi integridad.

La agente se queda perpleja cuando reconoce que el dragón sabe que es una mujer, a pesar de que su traje y su voz distorsionada logran camuflarla a la perfección, lo que no sabe es que los dragones tienen un extraordinario olfato, y Reindruss puede oler su flujo menstrual.

—Piensa en el futuro de tu familia. Ellos pueden tener una mejor vida que aquí abajo —lo intenta convencer la agente, pero el dragón no le responde—. Ten, toma un nuevo comunicador, y no lo destruyas, es por tu bien y la de ellos.

Le golpea la mano en la que le muestra el comunicador, no obstante, ella se lo vuelve a ofrecer. El pequeño dispositivo se observa que flota en el aire por la invisibilidad del agente. Duda por un momento, pero lo toma y se lo coloca. Inmediatamente se escucha la voz furiosa del General Dorsan.

—No importa si soy yo o será alguien más, pero tú vas a morir en las manos de un dragón —le asevera Reindruss sin importarle lo que el General dice y lo interrumpe—. Lo haré maldito desgraciado, voy a hacer lo que Arad me pide.

Se quita el comunicador y lo vuelve a destruir. Le avienta los pedazos al agente y ella responde con una patada que logra derribarlo. El dragón se levanta y logra sujetarle la pierna y con una fuerza tremenda la avienta en contra de las rocas. El impacto es tan poderosos que su traje se daña y pierde el modo invisible.

Todos los habitantes de la zona habitacional se percatan de la presencia del agente y le piden a Reindruss que le expliquen lo que está ocurriendo. Él les cuenta que se trata de una espía y que no deben dejar que escape. La agente se ve acorralada de dragones, felinos y humanos galácticos que traen piedras y pedazos de metal. Se abalanzan sobre ella, pero son incapaces de alcanzarla y logra esquivarlos a todos. Reindruss calcula bien sus movimientos y logra golpearla al lanzar una roca que logra destruirle la parte trasera de su traje a pesar de que su escudo personal la protegió.

La agente se levanta como puede y corre por la calle principal del nivel subterráneo. Evade a los otros habitantes que intentan detenerla y al final llega hasta el elevador, pero al ver que los guardias también intentan detenerla, ella se ve obligada a escalar los muros a base de saltos. Reindruss y los demás llegan al elevador, pero la agente logró escapar.

—¿Quién era ella? —pregunta un felino, amigo de Reindruss.

—Una espía de Fatal. Logró escapar, pero nunca olvidará el golpe que le di. Eso pasa cuando se meten con nosotros.

Los demás aceptaron la respuesta de Reindruss y no sospechan de él. No obstante, él regresa a casa con su mirada decaída por saber que a pesar de lo ocurrido, él volvió a perder. Lastimarla de esa forma no le conseguirá nada, pero al menos logró saciar su ira contra alguien.

Siguiente capítulo: Lejos de Casa – Capítulo 6: Orgullo

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