La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 8: Honor y Paz

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La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 8: Honor y Paz

Sak junto a Pakal, Kinich, Hunahpu, Nakuk Pech, Chaac, Yax K’uk Mo y Yatziri se encuentran parados sobre la entrada principal, haciéndole frente a Zotz, que se encuentra junto con su hija Saya y a Dayami. Yatziri logra percibir una extraña sensación proveniente de Saya, pero no le da importancia.

—¡Sak! Tu hijo es un asesino —proclama Zotz bajo los nacientes rayos del amanecer—. En nombre de nuestros Dioses y de nuestras tradiciones exijo un juicio por la muerte de mi hermano Chilam. Que sean los Dioses los que juzguen a tu hijo.

—Kante es el elegido de los Dioses —reclama Yatziri con furia contenida—. Es nuestro campeón.

—Eso no lo absuelve de ser un asesino. Exijo justicia por la muerte de mi hermano —reitera Zotz con calma; observa detenidamente las expresiones de los demás líderes.

—Si acepto este juicio, ¿tú y tus hombres regresarán a Uxmal? ¿Prometes no atacar a Nakbé sin importar el resultado? —pregunta Sak, dando un paso con un poco de dificultad.

—Prometo no atacar a Nakbé si se hace justicia por la muerte de mi hermano —responde Zotz con su mirada de odio clavada en Sak.

El líder de Nakbé mira a Saya y puede sentir una incomodad cuando mira fijamente en sus ojos. Voltea hacía Yatziri y ella le pide que no lo haga, voltea con los demás líderes y desvían la mirada de Sak, a excepción de Kinich, que hace el mismo gesto que su hermana.

—Kante no está presente, así que yo responderé ante el crimen de mi hijo —exclama Sak con voz firme. Diferentes voces le reclaman que no lo haga—. Acepto este juicio, Zotz.

Zotz y Saya sonríen al ver que Sak no tuvo otra alternativa, el honor y la búsqueda de la paz en la región lo obligaron a responder ante el crimen de su hijo. La decisión ya fue tomada y por más que intentan detener a Sak, el líder de Nakbé está listo para enfrentar las consecuencias de las acciones de su hijo.

El juicio se llevará a cabo el día de mañana a primera hora del día. Mientras tanto, los preparativos se llevan a cabo en la cancha del juego de pelota. Los temores de una guerra se disipan y un temor peor surge ante la incertidumbre del posible fallo a favor de Zotz. Todos saben que el juicio por asesinato se paga con muerte o el exilio. Sin Sak, habrá guerra, pero existe la posibilidad de ganar y si es así, Zotz se verá obligado a regresar a su hogar, de lo contrario el mundo Maya y los Dioses estarán en su contra. Es una jugada arriesgada, pero la alternativa es la guerra.

Por votación se elige que Yatziri sea la juez, a pesar de que Zotz no está de acuerdo, pues sabe que ella es la hermana mayor de Sak e intentará favorecerlo, sin embargo, serán los Dioses los que decidan. Ella es solo la mensajera.

Nakuk, Yax y Hunahpu se reúnen en privado con Zotz. Él les promete dividirse las tierras de Nakbé en partes iguales. Tiene la confianza de que ganará el juicio, por lo que endulza los oídos de sus vecinos para atacar cuando Izamal, Cival y Copán intenten reclamar lo que le corresponde a Kante.

—Tenemos un acuerdo —confirma Hunahpu—. Siempre y cuando, Sak muera.

—Todos fuimos testigos de cómo Kante asesinó a mi hermano, nada puede salvar a Sak. Los Dioses nunca nos han fallado y ante este crimen, serán justos como siempre —les recuerda Zotz.

—Aún tenemos la amenaza de la torre —reclama Nakuk.

—No te preocupes por eso, nuestro campeón ha sido elegido y él tiene la obligación de destruirla, sin embargo, él no puede gobernar Nakbé, ahora su vida y futuro es de los Dioses —dice Zotz con una enorme sonrisa.

Frente a la tumba de sus Padres, con el hermoso cielo nocturno sobre él, Sak se sienta sobre una piedra y reza a los Dioses para que Kante vuelva y tome su lugar como líder. Yunuen llega y coloca su mano sobre el hombro de Sak.

—Todos los queríamos —le cuenta Yunuen—. Tu Padre fue un gran líder y tu Madre ayudó a los más necesitados. Tuve el honor de convertirme en sacerdote por la bendición de tu Padre. Le debo todo a Kusam.

—¿Estoy haciendo lo correcto? Si es así, no siento que este haciendo lo correcto —le confiesa Sak con lágrimas mientras observa la tumba de su Padre.

—Ahora está en manos de los Dioses. Ni Zotz, ni tu hermana, ni Kante, ni siquiera tú pueden hacer algo al respecto. Rezare toda la noche por ti, Sak. Sé que los Dioses te van a perdonar la vida. La muerte de ese niño no fue culpa de Kante, él tan solo se defendió y bueno, el poder de los Dioses surgió en ese momento y pasó lo que tuvo que pasar.

—Si muero…

—Eso no pasará, Sak.

—Escúchame Yunuen, por favor, guía a Kante, así como me guiaste a mí, por favor —le suplica Sak y le sujeta su mano con fuerza, sin intención de dejarlo ir hasta que él le prometa eso.

—Te prometo que guiaré a tu hijo, Sak.

—Gracias —exclama, se levanta y lo abraza con fuerza—. Tú siempre fuiste un gran amigo. Gracias por todo.

—Sak, los Dioses serán justos y tú serás libre, eso tenlo por seguro —le afirma Yunuen y se retira cuando se percata de la presencia de Yatziri.

    Se acerca y lo abraza, mientras él sigue sentado sobre la roca. Ella se sienta a su lado y ambos observan la tumba de sus Padres, mientras se abrazan. Las palabras no son necesarias, lo único que quieren es estar juntos antes de que amanezca.

—Seguimos sin saber nada de Kante —le cuenta Sak.

—Lo encontraré, te lo prometo.

—Kante es todo para mí hermana —exclama Sak y llora desconsolado—. Por favor, cuídalo y dile la verdad sobre ti. Te va a necesitar ahora que yo no este.

—¡Eso no lo sabemos! Sé que nuestros Dioses te perdonarán, lo sé. Sak, Kante te necesita para hacer frente al poder de la torre. Él no puede hacerlo solo, necesita a su Padre para las batallas que deberá enfrentar. Yo tampoco puedo sin ti. Eres el líder del Mundo Maya, nuestro Padre se aseguró que así fuera. Los Dioses saben eso, lo saben y por eso no serás sacrificado —le reclama Yatziri con sentimiento, con lágrimas en su rostro y con un miedo profundo por saber que puede perder a su hermano.

—Solo quiero que Kante este bien, tan solo quiero eso, hermanita.

La lluvia comienza y gotas caen sobre los hermanos que siguen abrazados, observando las tumbas y recordando los buenos momentos con sus Padres.

Al amanecer, con la ayuda de Yunuen y Nahil, Sak deja a un lado su bastón y comienza su recorrido desde su casa hasta el lugar del juicio. Los habitantes de Nakbé intentan acercarse con su líder para apoyarlo en tan difícil momento. Nahil abre el paso, mientras con la ayuda de Yunuen sigue su camino. Llanto y gritos de angustia exigen a los Dioses que perdonen a Sak por el crimen de su hijo.

Pakal, Kinich y Chaac lo esperan junto a una roca que colocaron para que Sak pueda sentarse. Los tres líderes lo abrazan con fuerza y le prometen que ayudarán a Kante tras la suplica de Sak. Zotz, Yax, Nakuk y Hunahpu llegan juntos, algo que no pasa desapercibido por Pakal, Kinich y Chaac.

Yatziri se coloca frente a Sak sobre un improvisado estrado de madera. Los sacerdotes y sacerdotisas de los líderes se sientan a un lado de Yatziri, dando fe que la decisión será de los Dioses. El juicio inicia con Yatziri explicando el proceso: Pasarán varios testigos y hablarán sobre lo que ocurrió, después, el enjuiciado podrá explicar lo sucedido y entonces los Dioses a través de Yatziri dirán el veredicto.

El primero en pasar es Zotz. Con esa tranquilidad que siempre lo caracteriza, les cuenta a todos los presentes sobre la horrible muerte que sufrió su hermano menor Chilam ante el ataque desmedido de Kante, sabiendo que él era el campeón elegido por los Dioses. Zotz no se contiene y habla sobre cómo recuperaron los restos de su hermano menor que quedaron esparcidos por todos lados, especialmente sobre los que estuvieron presentes.

—Apenas tenía catorce años, tenía un gran futuro y tu hijo se lo arrebató, con el poder que los Dioses nos otorgaron para defendernos de la torre —le increpa Zotz—. ¡Tu hijo no merece ser el campeón, es un asesino! ¿Acaso un asesino será nuestro líder? ¿Acaso un asesino es lo que necesitamos para proteger a nuestras familias? Kusam, Sak y Kante, los tres son unos asesinos y mi familia es prueba de ello. El mundo Maya merece un líder de verdad, no un asesino que aprovecha el poder de los Dioses para beneficio propio. Por favor, escúchenme Dioses, Kante es un error, y lo demostró al primer momento que usó sus poderes. Él no debe ser el campeón del mundo Maya.

Gritos se escuchan en apoyo a Zotz, inclusive se escucha: “Zotz, el líder que necesitamos”, logrando que el ambiente se vuelva tenso, especialmente con los tres líderes aliados de Sak. Los siguientes que pasan a testificar son personas que solo vieron cuando Chilam explotó ante la vista de todos y no dicen nada adicional a lo que ya contó Zotz.

Para sorpresa de todos, uno de los Guerreros de Yatziri pasa a testificar, haciendo que Zotz y los que quieren que falle a su favor, reclaman que es trampa que uno de los leales guerreros de la juez testifique.

—¡Silencio! —exige Yatziri—. Los Dioses son los testigos definitivos aquí. Ellos tienen la última palabra, yo no, yo tan solo cumplo con la voluntad de los Dioses, por lo que este juicio no está arreglado por mis manos.

A regañadientes aceptan y el guerrero se para junto al estrado y habla sobre algo que nadie mencionó y fue que Chilam sacó una pequeña daga para matar a Kante.

—Él se defendió de quién intento matarlo, así como intentaron matar a Sak. Si hubo un asesino entre nosotros ese día, ese fue tu hermano, Zotz —grita el guerrero para que todos escuchen. La muchedumbre se vuelve loca y gritos y peleas comienzan a surgir entre los que apoyan a Sak y los que apoyan a Zotz.

Yatziri les exige a los líderes que calmen a su gente y Zotz se ve obligado a detener una trifulca que acabó en golpes. El guerrero termina con un emotivo discurso:

—¿Acaso no se dan cuenta lo que está pasando? El poder de la torre no está manipulando para atacarnos entre nosotros. Un campeón fue elegido por los Dioses, fue Kante, el hijo de Sak. Lo eligieron porqué su espíritu es noble y poderoso como el de su Padre. Él solo trato de protegerse de su agresor y su poder de campeón fue el responsable. Kante no sabía lo que iba a pasar. Si él hubiera sabido que su poder se manifestaría así, créanme, hubiera preferido recibir la daga de Chilam que asesinarlo de esa forma. Necesitamos unirnos, necesitamos apoyar a nuestra campeón para atacar la torre. La torres es el verdadero enemigo, no Sak, no Kante. Ellos son los líderes que necesitamos para sobrevivir.

Ni siquiera Zotz se atrevió a gritar para silenciar el discurso del guerrero, porqué sabe que tiene razón. Sabe que Chilam intentó matar a Kante para vengar la muerte de su Padre. Sin embargo, Zotz no puede aceptarlo ya que su destino como líder depende de eso. Después del guerrero ya no hay nadie más para testificar y le toca a Sak defenderse.

—Sí, mi hijo asesinó a Chilam, eso es indiscutible, pero lo hizo para defenderse. Desconozco si sabía que era el elegido de los Dioses, pero tengo la firme confianza en que no tenía la intención de matar a Chilam con ese poder.

» Ustedes conocen a Kante. Ustedes saben que él tiene un corazón noble y si alguien de entre todos fue elegido por nuestros Dioses, fue él por la fortaleza de su espíritu. Fue un error lo que pasó con tu hermano menor, pero lo hecho, hecho está y si Kante debe pagar las consecuencias, entonces yo, me sacrificaré por él, si es lo que los Dioses quieren.

» Ahí está el verdadero enemigo, esa torre que atraviesa nuestros cielos y que intentó destruirnos a todos. Kante es el elegido por nuestros Dioses para destruir esa torre. Les pido a ustedes, al pueblo de Izamal, de Cival, de Tikal, de Calakmul, de Copán, de Taxchilán, de Uxmal y mi pueblo, Nakbé, por favor, únanse y trabajen con Kante para destruir el poder que nos amenaza a todos nosotros.

La mayoría de la gente apoya a Sak, no quieren que sea culpable por el crimen de Kante. Inclusive hay voces que exigen que sea Kante el que reciba el castigo de sus crímenes, pero Sak les pide que no lo hagan, él responderá por las acciones de su hijo.

Yatziri se prepara y entra en trance gracias al poder del Sol. Todos guardan silencio, esperan el veredicto de los Dioses y cuando sus labios se mueven, la tensión hace quebrar a varios de los presentes y comienzan a derramar lágrimas. Los Dioses encuentran a Sak culpable. Tras regresar del trance, ella quiebra en llanto y les reclama a los Dioses por su decisión, pero ellos no responden. Su decisión fue justa, Kante asesinó a su atacante cuando él sabía que tenía el poder de Zephyrix, y por esa razón el juicio debe fallar a favor de la familia de Zotz.

Esboza un fuerte suspiro y acepta la decisión de los Dioses. Reconoce que fue la decisión correcta para evitar una guerra innecesaria. Sabe Yatziri estará con él, por lo que no hay nada de qué preocuparse. Kante creció y ahora es un gran hombre, y ese terrible error no lo cambiará.

Sak es escoltado por Nahil, quién le propone que ataquen a Zotz ahora que está vulnerable, pero el honorable jefe de Nakbé cumplirá con los designios de los Dioses. Nahil también le promete que ayudará a Kante ahora que él será el nuevo jefe de Nakbé. La gente de Nakbé llora e intenta detener la ejecución, pero nada puede detenerla.

En medio de la plaza del pueblo, frente al templo, Sak se para y se prepara para morir con dignidad, sabiendo que esto es lo mejor para Nakbé y para Kante. Siente miedo, no quiere morir, al menos no sin saber de Kante o verlo por última vez. Quiere despedirse de su hijo, quiere hacerle saber que él estará acompañándolo en sus batallas futuras al igual que su abuelo, ambos acompañando en espíritu.

Yatziri lo abraza y llora desconsoladamente, le asegura que encontrará a Kante y juntos lograrán destruir la torre, esa es la promesa de su hermana.

—Hermana, te amo y estoy muy orgulloso de ti. Dile a Kante que es lo mejor que me pasó en la vida y que sé que él será el líder que su abuelo y yo siempre quisimos ser —se despide Sak, y Yatziri se retira con la ayuda de sus guerreros.

Hombres de Uxmal se acercan para ser ellos los que participen en la ejecución de Sak con sus jabalinas, pero Nahil se los prohíbe, les reclama que Sak morirá por la mano de sus guerreros, no por sus enemigos. Zotz acepta y permite que sean los hombres de Sak.

Con todo el dolor de su alma, Yatziri da la orden y las jabalinas salen disparadas al pecho de Sak. Con sus manos atados a un poste de madera, el honorable jefe de Nakbé muere, y su cuerpo queda sentado, con sus manos evitando que caiga al suelo. El silencio es absoluto y solo la lluvia se escucha.

La mayoría se regresa a sus hogares y los líderes se preparan para regresar a sus pueblos. Zotz, que observa detenidamente el cuerpo de Sak, no siente alegría, sino tristeza porque sabe que Sak era un gran líder y una persona que respetaba, y no pensó que acabaría así. Derrama lágrimas por ver a un gran hombre frente a él, por un hombre que se sacrificó por su hijo y por su gente.

Cae la noche y Nakbé parece un pueblo fantasma. Una figura humana surge desde la selva y camina entre la lluvia hasta llegar a la plaza principal. Se hinca ante el cuerpo de Sak y se queda en silencio. Refugiados de la lluvia y del frío y desde la comodidad de sus casas observan a esa misteriosa persona en la plaza principal e inmediatamente dan aviso a Nahil.

Yatziri que llora desconsoladamente en la cama de Sak se levanta y corre a la plaza principal. Al llegar se percata que es Kante. Lo abraza con fuerza, pero él no responde, el campeón se encuentra perdido dentro del dolor de su corazón. Sigue hincado ante el cuerpo de Sak, sin importarle que Yatziri, Yunuen y Nahil le estén hablando.

Parpadea y las lágrimas brotan de sus ojos. Caen sobre la sangre de su Padre. Los otros líderes, incluyendo Zotz se acercan, pero Yatziri les pide que respeten el espacio de Kante, por lo que regresan a sus hogares. La noche sigue su curso y Kante sigue frente al cuerpo de su Padre. Llora mientras yace sobre el charco de su sangre. Levanta la mirada y observa el cielo y las gotas de lluvia se mezclan con sus lágrimas. Yatziri está sentada cerca de ellos, protegida de la lluvia. No quiere separarse de Kante por nada del mundo.

Siguiente capítulo: La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 9: Zephyrix

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