La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 6: Ak’ba

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La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 6: Ak’ba

La oscuridad envuelve al mundo Maya, mientras Kante corre tan lejos como le es posible. El poder de Zephyrix se disuelve y por fin se detiene; cansado, con miedo y preocupación piensa en su Padre. Quiere volver, pero no puede hacerlo por el terror que le provoca la muerte de Chilam.

—Yo lo maté, lo maté —se lamenta, se arrepiente, su cabeza es apresada en un ciclo de tortura, recreando la muerte de Chilam una y otra vez.

Desea fervientemente que no hubiera pasado. Se culpa por su muerte. Se lamenta por haber sido el elegido, por ser débil, por pensar que él ganaría. Les grita a Zephy y a Rix que aparezcan, pero los Aluxes lo han abandonado.

Grita desesperado por la impotencia de la situación en la que se encuentra y nuevamente el poder de Zephyrix se manifiesta, pero está vez el plumaje y la piel azul junto con la armadura surge en todo su cuerpo. Se asusta al verse cubierto con la armadura de Zephyrix y golpea el suelo, suplicando al cielo que esto se detenga. Golpea el suelo, logrando destruir varias capas del subsuelo, y sin importarle, sigue golpeando hasta que una enorme grieta lo engulle. Cae por varios metros y el agua amortigua el golpe. Nada hacia la superficie y nuevamente, con desesperación llama a sus Aluxes, pero ambos seres místicos no están con él. Un impulso lo hace querer alcanzar los cielos y dos alas de un hermoso plumaje azul con dorado surgen de su espalda. Sus alas obedecen esa necesidad de escapar de ese agujero y logra salir del cenote. Siente que siempre ha tenido las alas y sin esfuerzo logra llegar hasta los doscientos metros de altura; observa la hermosura de la selva de noche. Por un breve momento el pasado se pierde en las caricias de los fuerte vientos. Admira su cuerpo, envuelto en plumas de Quetzal y una armadura de oro, un metal desconocido para él. La mitad cambió a una tonalidad azul. Puede sentir una fuerza extraordinaria en sus brazos y piernas; percibe la increíble agilidad de sus piernas, a pesar de estar protegidas por la armadura de oro. Se pregunta si este es el poder de Zephyrix.

—Este es nuestro poder manifestado en tu cuerpo —le responde una voz dentro de su cabeza—. Pero no es todo el potencial.

—Me siento bien, siento fuego en mi pecho, me siento de maravilla —grita Kante en éxtasis.

—Este es el poder de los Dioses Mayas a través de tu espíritu.

—¿Con este poder lograremos destruir la torre?

—No es tan simple. El poder de la torre surge en los corazones de todos los mortales. Será una batalla ardua y extensa, pero tenemos confianza en ti.

Un estruendo sacude a toda la región Maya y obliga a Kante a voltear hacia la torre. Su señor sabe que el campeón ha surgido. Embriagado en endorfinas, serotoninas, dopaminas y oxitocinas, Kante es incapaz de pensar con cordura mientras su cerebro flota en un coctel de hormonas de la felicidad. El poder de Zephyrix no solo afecta su cuerpo y espíritu, sino que excita partes cruciales del funcionamiento de su cerebro.

Con valentía en su corazón, vuela hacia la torre para enfrentar a su señor. La arrogancia es su espada y la incapacidad de sentir miedo es su escudo. La sed de sangre alimentada por los relatos que ha escuchado desde niño lo orillan a un abismo.

Los guerreros de la Luna y del Sol que envió Yatziri lo siguen y detrás de ellos van Ikai y Bej, que se rehusaron a regresar al pueblo. Kante es demasiado rápido, por lo que llega hasta los territorios malditos de la torre en pocos segundos. Se queda observando a la torre, en los hermosos colores violetas que resplandecen en toda su estructura; puede apreciar que no es una simple estructura inorgánica, sino que vive, es un organismo que se mueve lentamente y pulsa como si tuviera un corazón.

Zephyrix le pide a Kante que regrese. No está listo, pero el joven embriagado de poder solo piensa en una cosa, en destruir la torre para que su error sea perdonado; así lo ha decidido, y ni siquiera Zephyrix puede evitarlo.

Le exige al señor de la torre que salga y que le haga frente. El campeón reboza de confianza y antes de que sus exigencias se hagan realidad, los guerreros de la Luna y del Sol llegan con él, al igual que Ikai y Bej. Los hombres de Zotz se quedan escondidos desde un lugar en el que pueden observarlo todo.

Kante les ordena que se retiren ya que él podrá solo con el señor de la torre, pero sus amigos le suplican que regrese. Súbitamente, un poderoso estruendo surge en la torre y desde los cielos surge un gigantesco jaguar de quince metros que desciende corriendo cuesta abajo por la torre. Su carne y piel se encuentran desgarrados y un intenso violeta surge desde su interior, atravesando los agujeros de su cuerpo. Un exquisito trabajo necromántico experimental por el señor de la torre.

Los guerreros de la Luna y del Sol le suplican que huyan de ahí, pero Kante se ha perdido en sí mismo y así como él se rehúsa a irse, también lo harán sus amigos. Él les ordena de mala forma que se vayan de ahí, pero no lo hacen y al no medir bien su fuerza, logra lastimar a Bej, el cual cae con el brazo roto. Ikai le grita, pero Kante no reacciona y se dice a sí mismo que él es el campeón, que un campeón no puede estar equivocado y que él es el líder de los pueblos Mayas.

Los guerreros de la Luna y del Sol al ver que Kante no piensa las cosas, le ayudan a Bej a levantarse e intentan huir de ahí. Un gruñido se escucha a lo lejos y el jaguar corre a una velocidad vertiginosa. Kante se lanza hacia él, pero el jaguar logra lanzarlo lejos con un poderoso arañazo. Se impacta contra el suelo a varios metros y hace un hueco en la tierra. Al levantarse sin un rasguño observa que los guerreros de la Luna y del Sol están luchando en contra del jaguar, pero no pueden contra semejante poder y los tres caen muertos al primer golpe.

Al ver cómo la bestia maldita parte a la mitad a uno de los guerreros de la Luna y del Sol, toda su seguridad y soberbia lo abandonan y logra recuperar su compostura, la inyección de adrenalina logra traerlo a la realidad. Ve que Ikai y Bej se encuentran a la merced de la bestia. Grita desesperado que no les haga daño y corre tan rápido como puede para protegerlos, pero la bestia con un arañazo logra partir en varios pedazos a Ikai. Bej se salva ya que Ikai logro aventarlo lo suficientemente lejos para evitar el golpe de la bestia muerta.

Kante llega y de un salto impacta su cuerpo en contra la bestia; el salto es de tanto poder que atraviesa el pecho de jaguar, logrando detenerla. Llega con Bej y observa que él intenta recuperar los pedazos de Ikai para reconstruirlo. Está estupefacto y no reacciona, mientras que Kante cae hincado y le pide perdón a Ikai.

Grita desesperado y le suplica a Zephyrix que lo reviva, pero el daño ya está hecho y nada puede cambiar las cosas. Maldice y culpa a Zephyrix por esto y con una furia inhumana se arranca la armadura y el plumaje de su cuerpo. La sangre le brota por montones y con furia y llanto, se da por vencido.

—Kante, ayúdame a reconstruir a Ikai —le pide Bej, pero su mirada está vacía al igual que su mente.

—Fue mi culpa, Bej, todo esto es mi culpa —se lamenta Kante, llorando.

—Creo que su cabeza está ahí —apunta Bej hacia unas viseras en el suelo.

El cuerpo de Kante se recupera, pero su transformación desaparece. El poder embriagador lo ha abandonado y un vacío lo comienza a consumir por dentro. Ve nuevamente a Bej y su labor por reconstruir a Ikai y no puede evitar vomitar. Súbitamente se escucha el gruñido del jaguar e incrédulo observa cómo la bestia los acecha.

—Bej, vámonos, ¡vámonos! —grita Kante y trata de levantarlo, pero Bej se rehúsa a dejar a Ikai solo.

La bestia se abalanza sobre ellos y Bej es partido por la mitad por los filosos colmillos de la bestia, mientras que Kante queda con varios huesos fracturados, a varios metros de ahí. Súbitamente la bestia cae y su luz interior desaparece.

Kante se levanta, desesperado por no ver a Bej en ningún lado, pero cae cuando el hueso de su pierna derecha se sale de su cuerpo. Incapaz de entender lo que está pasando, se arrastra hacía el lugar que cree que está Bej, ahí observa la mitad superior del cuerpo de su mejor amigo. Se hinca frente a él cuando su cuerpo logra sanar. Comienza a llover y Kante llora frente a los cadáveres de sus mejores amigos. No se lamenta, ni le reclama a Zephyrix, simplemente se da por vencido y se queda en silencio, observando la oscuridad bajo la tormenta.

Siguiente capítulo: La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 7: Tambores de Guerra

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