La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 3: Cámara Celestial

Publicado por JLT en

La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 3: Cámara Celestial

1199 AEC

En un reino etéreo que trasciende el mundo material, donde los colores vivos se entrelazan con las estrellas y el tiempo mismo parece rendirse, se encuentra el salón celestial de los dioses mayas; localizado entre las infinitas dimensiones de Terra Gaia. En este espacio sagrado, los dioses se reúnen, con sus formas divinas resplandecientes con poder ancestral, atienden el llamado por algo inusual que perturba el tejido del cosmos, una oscuridad que se arrastra hacia su creación. La preocupación es palpable, las chispas de energía divinas chocan mientras los dioses se congregan por primera vez después de un largo tiempo.

Itzamná, el sabio y venerado, se levanta, con su presencia calmada, imponiendo silencio en el salón celestial. Observa el tejido del espacio/tiempo que se manifiesta ante él, sintiendo la presencia de sus hermanos en la divinidad.

—Hemos tejido juntos los hilos de la existencia, desde los humildes comienzos hasta la magnificencia de la vida —comienza, con su voz como un eco a través de los siglos—. Ahora, una sombra cae sobre nuestra creación, un enemigo voraz que ni siquiera los susurros del destino pudieron prever.

Kinich Ahau, cuyo resplandor ilumina los rincones más oscuros de la reunión, se cruza de brazos; su luz fluctuando con su preocupación.

—Nuestros dominios son vastos, nuestro poder insondable. ¡Que venga esta oscuridad! ¡Encontrará la furia de mil soles ardiendo contra ella! —exclama con fervor mientras su poder danza en la cámara celestial.

Ixchel, la sanadora, cuya belleza es tan reconfortante como la luna en la noche más oscura, interviene.

—No es con furia como enfrentaremos este mal, querido Kinich Ahau. Es un enemigo que se deleita con nuestra desesperación, que se alimenta de caos. Debemos ser astutos —dice, su voz un bálsamo para el creciente temor en sus corazones.

Chaak, el tempestuoso, choca su cetro contra el suelo, y los truenos retumban como un ejército de tambores.

—¡Entonces hablemos claro, hermanos y hermanas! Esta sombra, ¿de dónde viene? ¿Debemos preparar a nuestros hijos mortales para la guerra? ¿Y cómo fue posible que burlará nuestra protección sobre la dimensión madre?

Desde la penumbra, Ah Puch, señor del inframundo, emerge. Sus ojos, dos llamas danzantes en la oscuridad escudriñan la sala. Por un breve momento la cámara celestial se congela, pero la poderosa presencia de los otro dioses hace que regrese la calidez celestial.  

—Los susurros de los muertos me hablan— gruñe con una voz que hace temblar el alma—. El ciclo de la vida y la muerte está en jaque. No se trata de una guerra, se trata de la aniquilación de todo nuestro cosmos.

El silencio cae pesadamente, una manta asfixiante sobre los dioses reunidos ante un enemigo desconocido y mortal, inclusive para los hijos divinos que vinieron de las estrellas en nombre de la conquista y la guerra de Terra Gaia.

—Entonces debemos unirnos —declara Itzamná, su voz llevando un peso que rara vez ha mostrado—. Cada uno de nosotros, desde los cielos hasta el inframundo, debemos buscar una solución. Nuestros conflictos son ahora triviales ante este abismo que se abre.

Kukulkán, la serpiente emplumada, se desliza hacia adelante, su voz sibilante llevando un matiz de urgencia.

—He caminado entre los mortales y los reinos de los otros Dioses. Nuestros cosmos no es el único amenazado ante tan temible enemigo. Los Dioses de los otros mundos también están amenazados. Esto va más allá de nuestro poder; una alianza entre los muchos mundos de este reino material y espiritual debe efectuarse para hacer frente a nuestro enemigo en común.

Itzamná camina entre sus hermanos a través del tejido de su cosmos. El tiempo se ralentiza y la manifestación del poder creador lo sigue como una estela de hermosos colores.

—Convocaré una reunión con la madre de todos y con su campeón, con el ángel de la armadura que resplandece como el sol —avisa Itzamná, tragándose su orgullo al ser conscientes que esto se sale de su control.

A través del tiempo y del espacio, encapsulados en una burbuja de realidad que usan para discutir la cosmovisión de su universo, los Dioses están de acuerdo con lo mencionado por el Dios creador Maya. Los otros Dioses de los otros mundos que comparten a la séptima humanidad tuvieron la misma discusión en sus propias burbujas de realidad y el llamado hacia Gaia fue mutuo entre los caídos de los otros universos. Su campeón, Razael, el ángel que resplandece como el sol envió a sus mensajeros para invitarlos a una reunión como nunca antes se había visto en toda la historia de Terra Gaia; desde la gloriosa caída de la sexta humanidad y la guerra por el control del planeta, los conquistadores de otros universos se reunirán ante el espíritu del planeta.

Días después – Corazón del Planeta

Su presencia es poderosa, inclusive para los Dioses conquistadores, por lo que ella debe contener su presencia para no afectar sus almas. Con su armadura celestial que resplandece como el sol, Razael se mantiene a la derecha de Gaia, mientras que a su izquierda se mantiene el temible y poderoso Señor de la Oscuridad que gobierna en la Dimensión del Caos; el tan temible purgatorio e infierno de los Dioses conquistadores.

Las deidades de los muchos mundos que se enorgullecen en las culturas y cosmovisión que han creado para sus seguidores de la séptima humanidad comienzan a llegar, mostrando su apoyo para poner fin al Dios silencioso que amenaza con devorar todo Terra Gaia.

Los Dioses de los Sumerios, del Antiguo Egipto, la Antigua China, los Monoicos, Micénicos, los Hititas, Fenicios, los Persas, los Mayas, los Vikingos, los Incas, Babilonia, los Asirios, la Grecia Antigua, la Roma Antigua, los Axumitas, la civilización Nok, el reino de Kush, el Antiguo Japón, los Mexicas, los Celtas, entre muchos otros se encuentran ante la presencia de la madre de todos, la majestuosa Gaia. Se encuentran reunidos en la cámara del corazón del planeta, cerca del cristal que llena de vida los corazones de todos los seres vivos a través de todas las dimensiones.

Es tanto el poder reunido en la cámara del corazón del planeta que el alma gemela de Gaia debe intervenir para evitar que una anomalía consuma todo el planeta y a toda la galaxia. Él se mantiene escondido de la vista de los Dioses conquistadores fallidos, mientras tanto, Razael con voz de mando y con sus imponentes alas doradas logra atraer la atención de todos las deidades de las culturas de la séptima humanidad.

—En silencio, observando desde las sombras estuvo esperando su momento para atacar, y ese momento ha llegado. Amenaza todo lo que hemos construido, los mundos que ustedes han construido con el poder de los pensamiento de sus seguidores en la dimensión madre —exclama Razael con una elocuencia y presencia que logra robar toda atención de los presentes.

Diversas voces hacen ecos reclamándole que Razael debe luchar en contra de la amenaza silenciosa, pero el ángel que resplandece como el sol les reitera que esta amenaza ha cruzado el umbral de la dimensión madre y los humanos de la séptima humanidad son responsables, al igual que los Dioses que se encuentran reunidos por las exigencias sangrientas que han impuesto a sus seguidores.

—¡Silencio! —grita el Señor de la Oscuridad cuando las réplicas de los Dioses caídos culpaban a los sagrados Protectores de Gaia—. No olviden que la única razón de por qué ustedes están acumulando poder es debido a mí. Me apiadé de ustedes porqué así lo quiso Gaia, pero no olviden que todos ustedes cayeron ante mi fuerza. La amenaza silenciosa es fruto de su soberbia y avaricia de poder. Ni los lacayos de Gaia, ni mis Generales harán nada por detener esta amenaza. Usen todo el poder que han obtenido de la humanidad para aniquilar esta presencia silenciosa o sucumban ante ella; esta amenaza carece del poder para desafiar mi reino, aun cuando todos ustedes hayan sucumbido y sus almas sean su fuente de poder.

Razael mira por un momento a Zarek; lo respeta y admira. Aunque son polos apuestos, sabe que ambos son los que mantienen el equilibro en todo Terra Gaia. Respalda sus palabras y les insta a los Dioses caídos que usen el poder que han acumulado por siglos para empoderar a la humanidad y destruir el poder que la presencia silenciosa ha impuesto en la dimensión principal.

La cámara del corazón del planeta comienza a corromperse por los reclamos de los Dioses caídos, pero un movimiento de Razael basta para hacer que todos caigan hincados ante él. Con su mirada soberbia y seria, camina entre los dioses de las diferentes civilizaciones. Su potente luz baña la composición de sus divinos cuerpos alimentados por los rezos y los sacrificios de la humanidad. A diferencia de Zarek, el ángel que resplandece como una estrella detesta que las civilizaciones de conquistadores que cayeron, tengan la oportunidad de recuperar su poder usando la ignorancia de los humanos de la séptima humanidad. El verdadero poder debe venir desde dentro, no fuera, mucho menos el ser obtenido a través de las mentiras, no obstante, la humanidad gana cultura y orden, algo necesario de acuerdo al plan de Terra Gaia. Los conquistadores de las civilizaciones galácticas obtienen su poder para salir de Terra Gaia a cambio de crear una cultura rica en las civilizaciones que apadrinaron.

—Nueve campeones entre humanos serán elegidos. Nueve guerreros encarnarán el poder que todos ustedes, hijos míos, han obtenido a través de la ignorancia y el sacrificio. Mi campeón elijará a los campeones del mundo humano y con la guía de todos ustedes y su apoyo enfrentarán a esa presencia surgida desde lo más profundo de mi ser —declara Gaia y todos asienten sin cuestionar.

Razael permite que los Dioses caídos se levanten, mientras tanto, el Señor de la Oscuridad abandona la divina reunión. El campeón de Gaia les instruye que la prioridad debe ser elegir a sus campeones entre los habitantes de sus pueblos. Tan pronto sean elegidos, él, personalmente descenderá a la dimensión principal para seleccionarlos y darles su bendición, reiterándoles que no todos obtendrán a su campeón y que a pesar de no tener un campeón, deberán apoyar a los campeones de las otras culturas.

Los principales Dioses de las antiguas culturas, como lo son Ra, Quetzalcóatl, Vishnu, Thor, Amaterasu, Anubis, Hera, Inti, Marduk, entre otras, observan con recelo al campeón de Gaia, pero reconocen que ni siquiera en su mejor momento, todos unidos tendrían una oportunidad ante el poder de Razael. Al final de cuentas, Razael es un Layzer, así como lo es Zarek y Gaia.

A pesar de que son prisioneros de Terra Gaia, los dioses caídos se inclinan ante el espíritu del planeta. Poco a poco regresan a sus propias dimensiones en las que moldearon su mundo conforme su cosmovisión. Esas dimensiones contienen una versión del planeta, pero a una escala muy inferior. Por ejemplo, el mundo Maya, con el Cielo y sus trece niveles, la tierra y el inframundo con sus nueve niveles, apenas tendría una superficie que se equiparía como el país de Portugal. Lo mismo sucede con las dimensiones de las otras deidades.

A estas dimensiones creadas para contener el mundo de los dioses antiguos se les conoce como “Mundo Rein”. El verdadero hogar de todas las deidades antiguas es la Dimensión del Caos, pero por el pacto que hicieron con Gaia y Zarek, los Dioses antiguos a través de sus profetas y oráculos, lograron imponer sus doctrinas en las diferentes civilizaciones primitivas, lo que permitió obtener poder a través de rezos y sacrificios, con lo cual pudieron crear su propio Mundo Rein y potenciar su influencia en la humanidad. Los dioses antiguos tienen prohibido poner pie en la dimensión madre, solo pueden influenciar y dar poder a aquellos humanos elegidos por ellos mismos.

Siguiente capítulo: La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 4: Magia en la Selva

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