La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 2: Criaturas del Inframundo

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La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 2: Criaturas del Inframundo

Poco más de cincuenta hombres armados con lanzas, mazos, cuchillos y Atlatles se adentran en la selva; a un paso constante siguen a su líder sin saber lo que realmente les espera. El Ak’ba cae y las antorchas iluminan la marcha de los hombres a través del angosto camino de piedra caliza.

Misteriosos gruñidos se escuchan en la distancia, lo que evoca el miedo en los corazones de los hombres. Ojos morados y rojizos se observan en la oscuridad de la selva, pero nadie tiene el valor de atreverse a devolverles la mirada, por lo que solo hacen una cosa, seguir junto a su líder y esperar que todo saldrá bien.

Sak siente que sus dioses lo han abandonado y lo confirma cuando una enigmática voz se escucha dentro de su mente. Identifica la voz, se trata de su Padre, pero lo niega rotundamente, de ninguna forma el espíritu de su Padre regresaría para pedirle que detenga el ataque. Se convence de que es una ilusión proveniente desde la torre. “Debería ser algún señor del Xibalbá que trata de engañarme” se dice así mismo.

Su mejor amigo y el jefe de su guardia, Nahil, le pregunta si ocurre algo. Sak le confiesa que escucha la voz de una deidad del Xibalbá, algo que Nahil toma con suma seriedad. El jefe le cuenta lo que la enigmática voz que se asemeja a la de su Padre le ha pedido, pero ni Sak ni Nahil se detendrán, por el contrario, refuerza su idea de que deben atacar la torre.

Kante junto con sus dos amigos vienen detrás de los líderes. Durante el trayecto no solo su Padre ha sido contactado por una deidad, sino que su hijo también. Escondido entre la selva, un ser diminuto con rasgos de un jaguar lo ha estado llamando desde que salieron del pueblo. Lo curioso es que solo Kante puede verlo, el diminuto ser es invisible para los demás, por lo que el joven sospecha que se trata de un Alux, sin embargo, estos seres, guardianes de la naturaleza, no siguen a las personas, ellos protegen lugares sagrados, por lo que su presencia deja aún más desconcertado a Kante. Quiere decirles a sus dos mejores amigos, Ikai y Bej, pero piensa que será mejor hablar con Yunuen al respecto antes de hablarles a los demás, quizás se trate de un mensaje importante de los Dioses.

Es una estructura formidable que desafía toda lógica y se muestra imponente ante ellos. Resplandece de un color morado intenso; nada en toda la selva se asemeja a ese color tan exótico. En su trayecto hasta las inmediaciones de la torre solo encontraron la lanza del guardia que murió en el ataque en contra de la criatura del inframundo.

La enigmática voz le vuelve a pedir que regrese con su pequeño ejército, sin embargo, Sak no puede doblegarse ante la adversidad que enfrenten los habitantes de su pueblo. Todos confían en él para protegerlos, por lo que el líder no puede defraudarlos, y menos, hacerse pequeño ante una amenaza desde el Xibalbá cuando sus Dioses los protegen a él y a su pueblo.

Sostiene con fuerza una hermosa lanza tallada del árbol de Chicozapote, al mismo tiempo que su mano tiembla ante el poder que emana de la torre. Una vez cruzado el umbral de los territorios de la torre, ya no hay marcha atrás. Voltea a ver a sus hombres y puede ver el miedo en sus rostros. Los sonidos a sus alrededores los aterran y la colosal estructura frente a ellos encoge sus espíritus. Sak camina entre ellos y les pide que reúnan valor, les reitera que Buluc Chabtan luchará junto a ellos y las criaturas del inframundo serán sus sacrificios.

Nahil junto con Kante lanzan un grito de guerra para apoyar el liderazgo del jefe, algo que funciona y eleva la moral de los hombres. Con los corazones envueltos en fuego, Sak corre hacia la torre a través de una planicie desértica que resplandece del mismo color que la torre. La inmensidad de la estructura se aprecia en todo su esplendor mientras los guerreros Mayas corren con sus armas listas para el asalto.

A poco menos de quinientos metros, la torre intensifica su brillo y cientos de criaturas surgen desde la tierra; jaguares, pumas, cocodrilos, serpientes, arañas y murciélagos se abalanzan sobre los guerreros de Nakbé. Piedras y dardos son lanzados a las criaturas que los intentan rodear, sin embargo, nada parece atravesar su esplendor morado. Sak ataca a un Puma que intentó detenerles el paso; clava la punta de su lanza entre los ojos de la bestia maldita, pero solo consigue que la obsidiana se parta en mil pedazos. Nahil logra derribar a la bestia con su mazo, pero la criatura se levanta como si nada hubiera sucedido.

Rodeados por criaturas del inframundo, los hombres gritan de terror al presenciar sus peores pesadillas hechas carne. A pesar de todos sus esfuerzos, ninguna criatura del inframundo resulto herida. Todas gruñen y muestran sus garras y dientes, mientras guardan una distancia prudente de los hombres de Sak. Súbitamente, surge desde el suelo y envuelto en un humo negro que devora toda luz. Un hombre físicamente vigoroso y con pronunciada y voluminosa musculatura, con cabeza sin piel, ni carne y tampoco órganos, y con unas impresionantes alas esqueléticas que se extienden tres metros.

—Regresen —les ordena la figura humanoide que tiene paralizados los corazones y los espíritus de todos los guerreros Mayas.

—¡No, Hun-Camé! Está es nuestra tierra. Hunahpú e Ixbalanqué nos protegen de ti —grita Sak sintiendo que el corazón le explotará el pecho, sorprendido porqué logró que las palabras salieran de su boca.

—Insolente mortal, regresen y no vuelvan a mis dominios —les exige nuevamente Hun-Camé, sin la intención de hacerles daño—. Una sola de mis criaturas puede matar a todos tus hombres. Regresen y no vuelvan nunca más.

Kante observa detenidamente a Hun-Camé. No pensó que tendría un encuentro con él. Desde pequeño había leído del señor del Inframundo, pero, al estarlo viendo frente a él, lo tiene en un estado catatónico de terror absoluto. “Entonces sí era verdad” se dice a sí mismo. La torre proviene desde Xibalbá y es Hun-Camé el responsable de tal atrocidad.

Se acerca a su Padre y le muestra su apoyo cuando toca su brazo. Sak baja lo que quedó de su lanza, reconoce que esto va más allá de sus manos, ya es algo de los Dioses. De repente, una lanza brillante se clava en el pecho de Hun-Camé, enviándolo al suelo de forma salvaje. Las criaturas del inframundo corren para ayudar a su señor, pero el Señor del Inframundo les ordena que ataquen a los soldados encapuchados que lograron burlar la seguridad y la visión de Hun-Camé. Con armas resplandecientes de un brillo azul y un brillo dorado, las criaturas del inframundo caen muertas ante el mortal y sagrado filo de los misteriosos guerreros.

Doce encapuchados atraviesan las filas de las criaturas del inframundo y llegan hasta su señor que ya los estaba esperando. Hun-Camé ataca con dos espadas de huesos. Los misteriosos guerreros logran defenderse de sus ataques con sus lanzas resplandecientes y cuando ven la oportunidad, uno de los misteriosos guerreros conjura el poder de la Luna y del Sol, creando rayos desde los cielos que impactan contra el Señor del Inframundo.

Sincronizados en su ataque, Hun-Camé recibe golpe tras golpe y con un salto, uno de los guerreros misteriosos clava su lanza en el pecho del Señor del Inframundo. Con su mano extendida hacia la torre, el Señor del Inframundo se hace cenizas.

Sak y sus hombres continúan paralizados ante lo que acaban de ver. Varios de ellos dudan si lo que acaba de pasar realmente sucedió o todo fue un engaño de Hun-Camé. Los doce guerreros se quitan la capucha y se revelan ante el jefe de Nakbé.

Seis hombres y seis mujeres con armaduras de cuero resplandeciente con el poder de la Luna y del Sol se presentan ante ellos. Su Padre le contó sobre el grupo de guerreros legendarios de la Luna y del Sol. Hunahpú es el sol, mientras que Ixbalanqué es la Luna. Los doce guerreros celestiales son elegidos por ambas deidades para hacer su voluntad en la tierra. Empoderados con el poder de sus deidades, los doce guerreros protegen a los pueblos Mayas de las incursiones que hacen las deidades del inframundo.

—Tienen que salir de aquí —les pide la líder de los doce guerreros celestiales de la Luna y del Sol.

—¿Por qué? Ustedes han triunfado —les reclama Nahil cuando Sak se queda congelado por lo que ve en los doce guerreros.

—Todos ustedes lo hicieron bien. Lograron llamar la atención del señor de la torre lo suficiente como para que Hun-Camé saliera a recibirlos, pero deben irse ahora.

Varios de los guerreros de Sak alaban el poder de los guerreros celestiales, mientras que otros le reclaman sobre su petición de retirarse.

» Escúchenme todos. Esto fue solo el principio, ni siquiera fue una batalla de verdad. ¿Ustedes creen que simples mortales como nosotros podríamos derrotar a Hun-Camé? Este no es el verdadero señor del Xibalbá, es tan solo una ilusión menor. Tienen que irse ya, de lo contrario no podremos protegerlos de lo que vendrá.

—Es hora de irnos —exclama Sak después de acercarse y observar los restos del Señor del Inframundo—. ¡Es hora de irnos!

—Espera, Sak. Esta es nuestra oportunidad para destruir la torre —le reclama Nahil con sentimiento como si él y sus hombres hubieran conseguido la victoria por sus méritos—. Con ellos y su poder celestial, nada podrá derrotarnos. Esta es nuestra oportunidad. Quizás nunca haya otra.

—No hay nada dentro de esa torre que te ayudará en lo más mínimo. Es una sentencia de muerte para ti y para mí —le increpa la ferviente líder de los guerreros celestiales.

—¿Cómo podemos confiar en tu palabra? A mí parecer, parece que ustedes nos usaron para distraer a Hun-Camé —le reclama Nahil.

—Él nunca los hubiera matado, los necesita, a todos ustedes y a sus familias. Todos los mortales, hijos Mayas, son pieza fundamental del plan señor de la torre —les aclara la líder de los guerreros celestiales, esperando que eso sea suficiente.

Un imponente estruendo, como si cien truenos sonaran al mismo tiempo los interrumpe de forma abrupta. Una sombra gigantesca desciende girando alrededor de la torre y la líder les ordena a Sak y a sus hombres que huyan.

Paralizados por el infernal ruido que hace la sombra, unos corren, mientras que otros se quedan estupefactos al presenciar tan impresionante imagen. Kante sujeta a su Padre y ambos corren de regreso al pueblo. Los guerreros celestiales corren lentamente mientras invocan el poder de la Luna y el Sol para protegerlos de la sombra que se acerca a ellos a gran velocidad.

Un campo de energía mágico logra contener a la sombra por un breve momento, poco puede hacer al respecto en contra del poder maldito que se cierne sobre ellos. Logran salir de la planicie y se adentran en la espesa selva. Criaturas del inframundo corren furiosas alrededor del camino, mientras Sak, sus hombres y los guerreros celestiales corren rumbo a Nakbé a toda velocidad.

Una neblina oscura dificulta ver por dónde van y varios de los guerreros de Sak caen del camino; son atrapados por las criaturas del inframundo que no se atreven a tocar el camino protegido por la Luna y el Sol. Los guerreros celestiales les ordenan que se mantengan en el camino, ya que no pueden protegerlos afuera. La parte más densa de la neblina casi los alcanza y cuando Kante voltea a ver su interior, ve criaturas gigantes que destrozan todo a su paso. La líder de los guerreros celestiales le grita que siga con su mirada hacia el camino, pero Kante siente el llamado del corazón de la neblina oscura que se ha fusionado con la sombra. Sus dos mejores amigos lo sujetan de los brazos y lo jalan hacía adelante cuando ven que Kante comenzaba a desacelerar sus pasos.

Al llegar al pueblo, una hermosa luz resplandeciente que proviene desde la Luna los protege de la neblina oscura. Todos se reúnen en la plaza ceremonial del pueblo, en la que Yunuen les indica que se acerquen al fuego sagrado para evitar el llamado de las criaturas del inframundo.

Los guerreros que lograron sobrevivir se acercan con sus familias, pero Sak les instruye que ayuden a que todos los habitantes del pueblo estén cerca del fuego sagrado. Yunuen intenta calmar los corazones temerosos de todos sus seguidores con palabras sabias y protección ante la oscuridad del inframundo.  

El jefe de Nakbé se asegura que todas las familias se encuentren seguras, mientras la neblina oscura sigue rodeando el pueblo; dando claras señales en su intención de devorarlos a todos. Con danzas y cantos alrededor del fuego, los habitantes Mayas intentan distraerse del rugido de las bestias malditas que habitan la oscuridad de la neblina. Los guerreros celestiales continúan concentrados en sus rezos para seguir manteniendo el poder que protege al pueblo de la devastación.

Kante, y Bej, beben Xocolatl, mientras que Ikai bebe Balché. Los tres discuten al estar observando a los guerreros celestiales con admiración.

—Y pensar que todo comenzó por qué fuimos a observar la torre —dice Kante al aire, tomando a sus dos amigos por sorpresa.

—¿No pensarás que esto fue nuestra culpa? —le reclama Ikai dejando de lado su bebida.

—Mi Padre marchó a la guerra por que esa avispa nos atacó. La avispa nos atacó por que uno de sus guardias fue a buscarnos e intento defendernos. Si nos hubiéramos quedado en el pueblo, nada de esto hubiera ocurrido —le reitera Kante.

—Tarde o temprano esto iba a suceder, y no había nada que podíamos hacer para evitarlo. Nunca habían estado tan cerca las criaturas del inframundo y de la nada una nos atacó —le reclama Bej—. Oigan, por cierto, entonces, ¿sí era Hun-Camé esa cosa?

—No, era una ilusión, ¿cómo crees que mortales como nosotros podamos derrotar al Señor del inframundo? —le reclama Ikai—. Es ridículo, era una ilusión muy real.

Kante guarda silencio ante la conservación de sus mejores amigos. Su mente se encuentra abrumada por la misteriosa sensación que siente al ver a los guerreros celestiales, especialmente a la líder. Sus pensamientos son interrumpidos por su Padre; el jefe del asentamiento les pide que vayan por agua a su casa.

Los tres chicos se apresuran y se adentran en la casa del jefe. Ahí observan una luz proveniente de una cesta que atrae su atención. Al abrirla encuentran varias rocas brillantes de un color azul muy hermoso. Se miran entre ellos y tapan la cesta. No dicen nada al respecto. Recogen un par de vasijas de cerámica que contienen agua y regresan con su Padre.

Sak se encuentra hablando con Nahil sobre los hombres que sucumbieron en la neblina oscura; no saben la cantidad exacta, pero reconocen que fueron varios los que cayeron. Nahil, por orden de Sak comienza a hablar con las familias para tener el conteo exacto de los caídos. Los tres chicos vuelven a su lugar tras haber dejado el agua y después de asegurarse que por ahora no hay nada más que puedan hacer por los demás.

Bej enfoca su mirada al no lograr identificar con exactitud lo que está viendo, pero al no conseguirlo, se acerca y ahí es cuando observa lo que se negaba a creer. Los guerreros que cayeron en el trayecto hacia al pueblo se encuentran parados frente a la protección de la Luna. Sus ojos brillan del mismo color que la torre. Se mantienen en silencio, parados sin moverse, observando a las familias que se congregan junto al fuego sagrado. Su grito logra alarmar a todos los habitantes del pueblo y más de uno reconoce a sus seres queridos dentro de la neblina oscura.

Una mujer se acerca a las fronteras entre su integridad y el sucumbir ante el poder del señor de la torre. Le grita a su esposo que dé un paso para entrar en la protección de la Luna y el fuego sagrado, sin embargo, el hombre de ojos brillosos se mantiene en silencio, pero algo así hace, extiende su mano hacia su esposa, invitándola a unirse a él. Sak corre tan rápido como ve las intenciones de su guerrero caído, pero es demasiado tarde, la mujer se adentra y deja atrás la protección de los Dioses. Bestias gigantes destrozan el cuerpo de la mujer ante la mirada perpleja del jefe del asentamiento. Los demás gritan horrorizados cuando pedazos de carne caen cerca de ellos. La líder de los guerreros celestiales sujeta con fuerza a Sak y lo jala de regreso junto al fuego sagrado.

Cuando recupera su compostura y su mente logra continuar, voltea de nuevo al lugar en el que la mujer perdió su integridad; ella está parada, junto con su esposo, con una sonrisa y sus manos extendidas hacia las familias que la conocen. La líder de los guerreros celestiales le confirma a Sak que ella murió y su cuerpo maldito fue reconstruido por el poder del señor de la torre.

Nahil junto con Sak les piden a todos, sin importar lo que vean en la neblina, nadie debe de adentrarse. Unos le cuestionan por qué ven a personas conocidas estar paradas frente a la protección de la Luna, algo que la líder de los guerreros celestiales clarifica y les asegura que es un engaño para atraerlos a la oscuridad. Niños, jóvenes, adultos y muy pocos ancianos sufren el incesante tormento de encontrarse rodeado de la neblina oscura. El dulce sueño no llega a ellos por los horribles gritos de las bestias del inframundo que buscan devorarlos hasta los huesos.

  El amanecer llega y la neblina oscura desaparece ante el Sol. El poder del señor de la torre regresa a los oscuros cielos que le pertenecen, junto a la torre. Las familias congregadas junto al fuego sagrado regresan a sus casas, mientras los guardias de Sak buscan los cuerpos de sus compañeros en el trayecto del pueblo y la torre.

La líder de los guerreros celestiales les pide una reunión con Sak y con Yunuen con respecto a lo que acaba de suceder. El líder del pueblo y el líder espiritual aceptan y se adentran en la selva, hasta el lugar de una reliquia de extraños materiales para los locales. Ni siquiera la líder celestial sabe el enigmático origen de tal reliquia que tiene forma de plataforma; el resto de su cuerpo se encuentra enterrado cientos de metros.

—Estoy segura de que ya fuiste contactado para elegir a un campeón —dice la líder celestial a Yunuen.

—Espera, ¿mi pueblo casi fue arrasado por bestias del inframundo y quieres hablar del maldito torneo? —le reclama Sak molesto, pero más que eso, cansado y herido, pero no físicamente, sino en su espíritu. Se siente imponente ante lo que acaba de ocurrir y sabe que esto es solo el principio. Cuando la torre emergió, supo que ningún bien traería a su pueblo.

—Necesitamos a un campeón, Sak, un guerrero Maya que herede los poderes de nuestros Dioses para hacer frente al señor de la torre —le reitera la líder celestial a Sak.

—¿Y qué hay de ustedes? —le pregunta Sak—. Ustedes tiene el favor de los Dioses.

—¿Qué parte de cuando huíamos de la neblina oscura no captaste, Sak? —le reprende la líder celestial con molestia. Ella sabe perfectamente lo que está en juego aquí y le molesta que no tomen en serio lo que dice.

—Tampoco me hables así, Yatziri —le pide Sak, sintiéndose un poco ofendido.

—Nuestro Padre no dudaría en hacer lo que le digo, hermano— le reclama Yatziri y se arrepiente de haber dicho esas palabras, pero necesita usarlas para convencer a Sak—. Escúchame bien, necesitamos un torneo, necesitamos elegir un campeón para presentarlo a los Dioses y así poder enfrentarnos al poder de la torre.

—¿Por qué no nos advertiste sobre la neblina oscura y Hun-Camé? —le reclama Sak con la mirada baja; Sak siempre se ha sentido que se mantiene en la sombra del gran Jefe que fue su Padre.

Cuando Yunuen escucha el nombre de Hun-Camé, se le cae el picante Xocolatl que bebía placenteramente. Les pregunta ambos respecto a la deidad de la muerte, incapaz de seguir bebiendo de su chocolate.

—No era realmente Hun-Camé, era una ilusión de él para que asustar a cualquiera que se acerque a la torre. Sak, hermano, escúchame, yo no fui quién tomó la decisión de ir a enfrentarme a la torre con los hombres del pueblo, Padre no hubiera hecho algo así —le increpa Yatziri.

—¡Deja de mencionar a Padre! —grita Sak envuelto en furia; harto de que siempre lo comparen con él—. Él murió hace tiempo y tú nos abandonaste. Una sola advertencia hubiera servido pata evitar que mis hombres murieran en vano, pero siempre has sido una egoísta.

—Lo siento, hermanito, pero tenía que verlo con mis propios ojos —le increpa Yatziri, como si eso justificara su acción—. No podía dejar pasar la oportunidad de ver qué sucedería cuando un grupo tan grande se atreviera a acercarse a la torre.

—Por lo visto sigues siendo la misma, solo piensas en ti. ¡Por esa razón nuestro Padre tomó tantos riesgos! Por las terribles decisiones que tomabas y ponías en riesgo su liderazgo —le recrimina Sak; mientras que Yunuen los observa, dándole sorbos a su chocolate picoso.

—¡Pero ya cambié! Ahora soy otra y fui elegida por Ixbalanqué para ser su guerrera y protegerlos a ustedes y a los demás pueblos de la amenaza del Xibalbá.

—¿Es esto obra de Hun-Camé? —le pregunta Sak de forma seria y contundente.

—No. Es algo peor —le responde Yatziri con su mirada clavada en los ojos de su hermano.

—¿Qué puede ser peor que el Señor del Inframundo? —pregunta Yunuen, dejando su chocolate en la plataforma.

—Lo acaban de ver por ustedes mismos. Esa torre no solo desafía el poder de Ixbalanqué y de Hunahpú, sino que amenaza el poder del Xibalbá —le cuenta Yatziri, desviando su mirada hacia los cielos.

—¿Cómo es esto posible? —le reclama Sak incapaz de entender lo que está pasando.

—Lo único que sé es que allá afuera hay algo que amenaza a todo nuestro universo, a los Dioses del cielo y a los del inframundo, y tiene aún más poder que Itzamná —les cuenta Yatziri con euforia, sintiendo que la seguridad que le proporciona el poder de su Dios le es insuficiente, y el peso de saber tal atrocidad que se cierne sobre el mundo Maya, cae en sus hombros.

—Eso es imposible —le reclama Yunuen; empedernido en negar tal afirmación que viola todo su mundo.

—¡Necesitamos un campeón! —grita Yatziri—. Él unirá a todos los pueblos Mayas y tendrá la bendición de los Dioses del cielo y del Inframundo para hacer frente a este enemigo que hasta los mismos Dioses le temen.

Sak y Yunuen se miran por un momento. Todo lo que los conforma niega tal afirmación, pero, no pueden negar el poder de la torre, por lo que ambos dejan de lado lo que creen saber.

—Lo haré —exclama Sak—. Organizaremos un torneo, pero tú serás parte de ese torneo, hermana.

Siguiente capítulo: La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 3: Cámara Celestial

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