La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 1: La Torre Misteriosa

Publicado por JLT en

La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 1: La Torre Misteriosa

13 de Enero del año 1200 AEC – 5:45 PM – Asentamiento Nakbé, región Mesoamericana

Sentados en la orilla del acantilado y con el atardecer iluminando sus rostros, tres jóvenes observan con asombro la estructura en forma de espiral que asciende hasta alcanzar los cielos. Nadie sabe exactamente qué es y por qué surgió repentinamente una noche de diciembre; los líderes espirituales les cuentan a sus seguidores que la torre emergió desde las entrañas del Xibalbá (inframundo) hasta el Kaan (cielo) como símbolo de la cosmovisión dualista para recordarles sus tradiciones.

Entre los jóvenes bromean en querer escalarla para intentar alcanzar la luna y el sol, aunque saben que está prohibido tan siquiera acercarse a la estructura. Exploradores que fueron enviados por el jefe del asentamiento sucumbieron ante la maldición y perdieron sus almas y espíritus ante terribles criaturas del inframundo nacidos de la esencia de Hun-Camé y Vucub-Camé, por lo que el acercarse se castiga con severidad.

—¡Kante! Tu padre quiere verte de inmediato —exclama agitado el guardia que llega hasta ellos después una ardua carrera a través de la calurosa y húmeda selva.

El chico de dieciséis años se voltea sin decir nada, sabe bien que si su padre quiere verlo, él debe de obedecer sin demora alguna. Les ayuda a sus amigos a levantarse y juntos se disponen a comenzar el largo trayecto hasta el asentamiento, sin embargo, cuando estaban por dar el primer paso, un fuerte gruñido se escucha a los lejos y una inmensa sombra surge y vuela alrededor de la torre hasta perderse en las nubes. Los cuatro quedan pasmados; por un segundo piensan que quizás fue un engaño de alguna deidad de Xibalbá para buscar atraerlos hacia la torre, sin embargo, no le dan la importancia ante tal evento inesperado y comienzan con su camino de regreso al pueblo, aunque sus mentes se encuentran un poco perturbadas.

En el trayecto por la espesa y extensa selva, hablan sobre las chicas del pueblo con las que pueden formar una familia. Kante les dice que él ya eligió; ella se encuentra en el asentamiento de Izamal al sur de Nakbé. Como era de esperarse, sus mejores amigos, Ikal y Bej le reclaman la razón de por qué no les había contado antes al respecto. Él les explica que sucedió el día de ayer, durante el viaje en el que acompañó a su Padre a la aldea vecina. Cuando vio a Erandi, quedó conmovido y enamorado de ella y le prometió que buscaría la forma de contraer matrimonio, algo que difícilmente podrá suscitarse debido a que ella no proviene de una familia destacada, y por lo tanto su padre no aprobaría el matrimonio al no tener relevancia política.

En medio de la acalorada conversación entre adolescentes, una misteriosa criatura bioluminiscente que brilla de color morado los toma por sorpresa y los obliga a que detengan su paso de forma abrupta. Se trata de una avispa gigante que se encuentra sobre la rama de un árbol. El guardia les pide a los tres jóvenes que se queden detrás de él, mientras inspecciona la extraña aparición que deja a todos anonadados, recordándoles la extraña sombra que vieron hace poco; algo que los hace estremecerse.

La avispa retoma el vuelo y observa de forma amenazante a los humanos que invaden su territorio. Con su lanza en mano, el guardia intenta matarla de un golpe, pero la avispa logra resistir el filo de obsidiana, y en su inútil intento solo consigue enfurecerla de tal forma que se abalanza sobre él con su enorme aguijón resplandeciente. El guardia logra evadir el ataque sorpresivo de la avispa gigante y les pide a los chicos que corran al asentamiento mientras él la distrae. Kante y sus dos amigos no pierden el tiempo y corren a toda velocidad tan pronto ven la posibilidad.

—¿Vieron el tamaño de esa avispa? —les pregunta Ikai mientras corren por el Sacbé (camino de piedra caliza, que consta de cinco metros de ancho y lo suficientemente elevado para evitar las inundaciones).

—Eso no era una avispa normal, es una avispa-camé —grita Bej; y grita nuevamente cuando un fuerte gruñido se escucha a la distancia.

—Ya estamos cerca, mi Padre hará algo al respecto con esa criatura del inframundo —les comenta Kante mirando hacia atrás, con la sensación de que algo los persigue.

Al llegar a la aldea de poco más de trescientos habitantes, corren desesperados hasta la casa del jefe del asentamiento. Al ver la expresión de su hijo, el Padre de Kante teme lo peor, piensa que se trata de un ataque por parte de otro pueblo, pero cuando los chicos les cuentan sobre la historia de la avispa gigante, él se queda mudo y un leve temor lo invade, sin embargo, sus guardias se ríen y les reclaman a los jóvenes si consumieron Teonanácatl por equivocación.

—No estoy bromeando Padre, yo sé lo que vimos y era una avispa gigante, una amenaza real para nuestro pueblo —le cuenta Kante molesto por la reacción de los demás que siguen riéndose.

—¡Era, era, era una avispa-camé! —se explaya Bej y los demás ríen a carcajadas mientras él lo dice con sentimiento.

—El guardia que envió se quedó combatiendo a la avispa. Él nos pidió que huyéramos para evitar ser picados y que envenenara nuestro espíritu —añade Ikai con la misma seriedad que Kante.

—Entiendo —dice Sak, jefe del pueblo, que a pesar de lo ridícula que puede sonar la historia, él sabe que desde el surgimiento de la torre han habido misteriosas apariciones de criaturas así—. Ustedes tres, vayan con mi hijo y revisen que Imox se encuentre bien, pero dense prisa, ya se cierne Ak’ba (noche) sobre todos nosotros.

Los tres guardias se ríen disimuladamente y salen de la casa del jefe. Antes de que Kante salga, su Padre le pide que se no se demore, ya que hay algo importante que deben discutir a la brevedad. Kante toma su lanza y le confirma a su Padre que regresará tan pronto sea posible. Sus dos mejores amigos toman un Atlatl (Propulsor de dardos) cada uno. De los tres, Kante es el único que ha recibido un entrenamiento para el combate, por lo que los otros toman algo que los mantendrá a la distancia si necesitan defenderse.

Al salir de la casa, caminan junto al rio con las viviendas de piedras y techos de palma tejida por un lado. Pasan a través del centro ceremonial del pueblo y después pasan un par de casas más, hasta que salen del pueblo para incursionar de nuevo en la selva. Cuando llegan al lugar que recuerdan, no ven a la avispa por ningún lado, pero, súbitamente un ruido los obliga a voltear hacia arriba y ahí ven al guardia, atrapado por múltiples avispas gigantes que se apoyan entre las ramas de los árboles. Observan paralizados cómo las bestias voladoras se comen la carne del guardia, dándose un festín, mientras él continua con vida. Sin hacer ruido y con la guía de uno de los guardias, se alejan del lugar y toman la decisión de regresar al pueblo al no poder hacer nada al respecto para salvarlo.

Al encontrarse a una distancia prudente de las avispas, un gruñido se escucha cerca de ellos, procediéndole el grito desgarrador del guardia que parece poner fin a su existencia. Kante piensa que se trata de la sombra que vieron y eso los obliga a iniciar su camino de regreso con miedo y desesperación al sentir que algo los persigue. Ruidos comunes de la selva los hacen pensar lo peor y al no soportarlo más, corren de vuelta a la seguridad de su aldea.  

La gente que regresa de los campos de maíz los observan temerosos al estar viendo al líder de la guardia del jefe y al hijo del jefe correr como si Hun-Camé los persiguiera; piensan que se trata de un ataque al pueblo y corren en búsqueda de refugio. Al escuchar un alboroto en las calles, Sak sale de su casa e intercepta al grupo que envió.

El guardia líder le cuenta lo que acaba de suceder. Sak toma en serio la amenaza de la avispa gigante y le ordena a uno de sus guardias que vaya por su mejor amigo, el cual desempeña un papel crucial como un guerrero de la comunidad.

—Reúnan a todos los hombres —pide Sak, y sus guardias se dispersan para pasar la voz en toda la comunidad.

Es inusual llamar a todos los hombres que saben luchar. Usualmente cuando van a atacar o para defenderse de otro pueblo es cuando dicta tal orden, no obstante, hace ya bastante tiempo que esto no pasaba, la fuerte y efectiva diplomacia que Sak ha llevado a cabo con todos los pueblos cercanos a diezmado los temores de guerra. Es tanta la unión que se ha suscitado entre los pueblos mayas, que Nakbé se está consolidando con un centro espiritual, comercial y cultural en la región.

Antes de incursionar en la selva en búsqueda de la amenaza que acecha al pueblo, Sak le pide a Kante que lo acompañe. En su camino habla con los habitantes de su pueblo para calmar los temores de un ataque. Él les dice que se trata de criaturas del inframundo que se aventuran más allá de los confines de la torre misteriosa. El líder espiritual hizo bien su trabajo al proteger el pueblo de tan inmundas criaturas, por lo que los habitantes del pueblo saben que aquí están a salvo.

—Sé que no es el mejor momento, hijo, pero quiero que sepas que he llegado a un acuerdo con el jefe de la aldea Cival para que contraigas matrimonio con una de sus hijas —le cuenta Sak sabiendo que su hijo no aceptará de buena gana, mientras ambos caminan por las calles del asentamiento.

Se detiene abruptamente y con molestia reprimida le confiesa que está enamorada de una chica del pueblo de Izamal, esperando que con eso su Padre cambié de idea. De repente varios pobladores se acercan a Sak, preocupados porqué tres personas no regresaron de los campos de maíz y también de las canteras de piedra caliza. Él les avisa que ya están preparándose para adentrarse en la selva y cazar a las bestias que se atrevieron a acercarse.

Su Padre le indica a su hijo que después hablarán del tema del deber y del amor, por lo que ambos apresuran su paso hasta la casa del sacerdote que se encuentra junto a varios puestos de intercambio comercial, a un lado del centro ceremonial.

Dentro de la casa, un humo blanco los obliga a toser sin cesar. Con las paredes decoradas de cientos de plantas y animales disecados, el sacerdote se revela encontrándose en un trance inducido por haber ingerido varias flores. Sak le pide a Kante que lo espere junto a la pared y le exhorta a que no se mueva de ahí. El jefe del asentamiento se acerca al sacerdote y antes de hablarle, echa un vistazo a las plantas que usó para el poderoso brebaje. Cierra sus ojos y le pide a Itzamná que ayudé al sacerdote en su trance.

—¡Yunuen! —grita Sak—. Necesito hablar con tu Way sobre lo que acaba de suceder.

El sacerdote se mueve frenéticamente, asustando bastante a Kante ya que es la primera vez que ve a Yunuen comportarse así, pero su Padre le indica que todo está bien. Sak vuelte a gritar lo mismo y el sacerdote se tranquiliza.

—Pregunta y yo responderé —dice Yunuen con un tono relajado y lento.

—Hubo un ataque de una abeja gigante a uno de mis guardias. ¿Tiene alguna relación con la torre de las estrellas? —pregunta el jefe.

El sacerdote sonríe, pero al mismo tiempo se enoja. Arroja varias cosas al suelo y por un momento Kante busca ayudar a su Padre a contenerlo, pero él le reitera que es normal y el chico se vuelve a recargar en la pared.

—Sí, está relacionado —responde Yunuen—. Pero no pueden hacer nada para evitarlo, el insecto volador, por más inofensiva que parezca ante sus ojos, tiene más poder que todos tus guerreros.

—¿Qué puedo hacer para proteger a mi pueblo? —le pregunta preocupado.

—No hay nada que puedas hacer al respecto, oh, honorable guerrero Maya. Pero, pronto, uno de ustedes tendrá el poder para hacerles frente. Ese guerrero elegido tendrá la obligación de luchar en contra del poder de la torre y dotará las armas de tus guerreros con su bendición para que puedan atravesar la dureza mágica de la piel que resplandece.

El sacerdote cae tras salir del trance y Sak logra evitar su abrupta caída. Kante se apresura y le ayuda a su Padre a cargar con el peso del sacerdote y juntos logran llevarlo hasta la elevada cama de madera y fibras vegetales de palma y henequén. Se mantienen a su lado un par de minutos hasta que el sacerdote se levanta y antes de decir algo, corre hacia la ventana y saca todo de su estómago. Sak se levanta y le pasa un pedazo de tela para limpiarse, algo que Yunuen agradece.

Kante los observa detenidamente. Ve que su Padre le sonríe, indicándole que todo está bien, mientras que el sacerdote bebe bastante agua. Al terminársela, le pide a Kante que vaya por más, algo que hace sin vacilar y con prisas sale de la casa.   

—Escúchame bien, Sak. No tenemos mucho tiempo. Debes de organizar un torneo entre los otros pueblos de la región. El ganador se convertirá en el campeón que liderará la batalla en contra de las legiones del inframundo que surgirán de la torre.

El líder de Nakbé se queda sin palabras, reconoce que las palabras de Yunuen son absolutas, pero, no esperaba algo así, él esperaba tener la bendición de sus deidades, sin embargo, organizar un torneo es algo totalmente inesperado que cambia todos sus planes.

—En estos momentos mis hombres están listos para ir a por esas bestias que se atrevieron a acercarse a nuestro hogar y tú me pides que organice un torneo.

—Sak, esas palabras no me pertenecen. Yo solo interpreto lo que mi Way me dice y tú bien sabes que mi Way está en comunión con nuestros dioses, por lo tanto, debes organizar el torneo para elegir al campeón que tanto necesitamos.

—Entonces, ¿detengo el ataque?

—Haz lo que creas que es mejor para tu pueblo. Si una batalla en contra de las criaturas es necesaria para elegir al campeón, entonces tienes mi bendición y la de nuestros dioses —le responde el sacerdote.

—Hablaré con mis hombres —dice Sak y se levanta sintiéndose decepcionado.

Yunuen le pide a Kante que deje la vasija de cerámica en una mesa. El joven obedece, pero no despega su mirada del rostro de su Padre; puede apreciar que se encuentra decaído. Se despide sin muchos ánimos del sacerdote y tanto él como su hijo salen de la casa.

Kante no dice nada, se limita a acompañarlo hasta las afueras del pueblo, en el lugar que están reunidos sus hombres. Son pocos los que se encuentran emocionados por la batalla, la mayoría solo quiere regresar a casa y su lealtad hacía Sak es lo único que los mantiene ahí.

—Padre, ¿está todo bien?

Le sonríe, pero Kante logra ver que es forzada. Sak no encuentra la forma de decirles a sus hombres que no ganarán esta batalla, que en vez de atacar lo que debe de estar haciendo es organizar un torneo. Él siente que es una derrota no poder hacer nada en contra de las criaturas de la torre. Su abuelo y su Padre fueron reconocidos guerreros que lucharon por la paz de la región, ahora que él tiene un desafío a la altura de sus ancestros, siente que organizar un torneo es una derrota. Sin embargo, no lo aceptará y toma la decisión de ir a atacar a las bestias que amenazan a su pueblo.

Siguiente capítulo: La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 2: Criaturas del Inframundo

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