La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 10: El Camino del Campeón

Publicado por JLT en

La Antigua Gran Guerra Celestial Parte 1 – Capítulo 10: El Camino del Campeón

De repente cae al agua, se despierta abruptamente y se agarra de la orilla con desesperación. Un hermoso jaguar de color azul con verde lo observa detenidamente a centímetros de su rostro. Un quetzal aterriza sobre la cabeza del jaguar y Kante sabe que es Zephyrix. Él rechaza la ayuda y sube a la roca por su cuenta.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta sentado en la orilla, admirando el gigantesco cráter.

—Manifestaste el verdadero poder de los Dioses en ti, te transformaste en Zephyrix —le responde el Quetzal.

—Me sentía diferente, me sentía poderoso, pero perdí el control —les confiesa Kante—. Ellos, ellos mataron a mi Padre, y no pude contenerme. Sentí que mi pecho iba a explotar sino gritaba, y después perdí el control, pero era yo, solo que la furia me ganaba y me deje llevar por ese poder tan increíble, por esa sensación de sentir que podía hacer lo que quería.

El chico aún siente una tormenta de emociones que lo hacen llorar, gritar del dolor, pero también se siente poderoso, se siente mejor que nunca, sin embargo, sabe que si vuelve a perder el control de sus emociones, otra tragedia puede ocurrir.

—Tú Padre fue ejecutado por la muerte de ese chico que intentó asesinarte —le cuenta Rix.

—¡Yo no quería matarlo! —grita Kante con furia—. ¡Yo no quería matarlo!

El suelo tiembla y las nubes se oscurecen, presagiando una tempestad, sin embargo, ambos Aluxes logran calmar a Kante. Se levanta, invoca sus alas y vuela a los cielos. Observa la destrucción que provocó Zephyrix. Ve con horror los enormes pedazos de tierra destruida por los tornados y la lucha en contra de los campeones de la torre. Rix vuela junto a él y ambos observan perplejos la estructura en forma de isla que se encuentra sobre el origen de la torre.

—Al menos hiciste algo bien —exclama Rix—. La torre cayó, pero su señor sigue ahí.

—¿Y qué se supone que es eso? —pregunta Kante sin entender nada.

—No lo sé, Kante. Eso es algo que debemos de averiguar los tres —responde Rix.

—No me siento listo, destruí la torre, pero también destruí gran parte de la región. No quiero que mueran más por no saber controlarme —le comenta Kante—. No quiero lastimar a nadie más.

—Es tu deber destruir al señor de la torre. Es tu deber aprender a controlar tus poderes. Es tu deber como el campeón.

—Yo solo quiero irme lejos de aquí. Ya no hay nada para mí aquí. Ellos mataron a mi Padre y yo hice que mataran a mis amigos. Lo siento Rix, pero no hay nada para mí aquí —le confirma Kante, mientras observa con tristeza el pueblo de Nakbé.

—Tu deber es proteger al mundo Maya —le reitera Rix.

—¿Y qué hicieron los demás por mí? ¡Mataron a mi Padre, Rix! Lo mataron mientras yo no estaba. Ni siquiera pude despedirme de él. No, no Rix, ellos no merecen ser salvados. Tan solo quiero irme lejos de aquí y olvidarme de todo —le reclama Kante con sentimiento.

—Huir no resolverá tus problemas. Huir no logró que tu Madre volviera y tampoco hará que tu Padre regrese, tienes que aceptar que están muertos —le reprende Rix y sus palabras hieren a Kante.

Quiere gritarle y golpearlo, pero se niega a perder el control otra vez. Sabe que tiene razón, pero está harto de la situación y prefiere no luchar. Desciende a la selva y comienza a caminar sin rumbo con ambos Aluxes siguiéndolo de cerca.

Llega hasta un terreno devastado y observa que hay personas muertas enterradas bajo los árboles y escombros. Se percata de que son personas de Nakbé que él conoce y que fueron asesinadas por Zephyrix.

—Más van a morir si no haces algo al respecto —le reitera Zephy.

—No me importa, ellos no estarían muertos si no fuera por ustedes. Fui un idiota al pensar que ser el elegido de los Dioses sería increíble. Mi Padre y mis amigos están muerto y Nakbé está completamente destruido —les reitera Kante mientras camina por los escombros—. Todo el mundo debe de odiarme y buscarán matarme por lo que les hice. No los culpo, me lo merezco.

—No pueden matarte y ellos deben de entender que no fue tu culpa —le reclama Zephy.

—¿Cómo puedes ser así, tan desalmado? Acabo de matar a cientos de personas y lo único en lo que piensas es en atacar al señor de la torre. Entiende Zephy, no puedo. No sé qué hacer, tan solo quiero a mi Papá de vuelta —le reprocha en llanto—. Él sabría qué hacer, él siempre sabe qué hacer. Tengo miedo, todo esto me parece una pesadilla, un engaño de los Dioses del Xibalbá. Quizás todo esto es una mentira y ellos me tienen atrapado allá abajo.

Se sienta, abraza sus piernas y comienza a llorar. La desesperación, la soledad y el dolor de su corazón destrozan su espíritu. Zephy se acerca a Kante y le ofrece ropa para cubrir su desnudes y protegerlo del fío. El chico no reacciona y no le importa seguir desnudo, así se queda todo el día hasta que un grupo de personas llegan y lo ven llorando.

Las personas son habitantes de Nakbé que buscan a sus seres queridos. Kante toma la ropa que le dio Zephy y se viste cuando los habitantes lo rodean. El chico los observa y puede sentir un odio que los carcome, pero también sienten miedo del poder que le dieron los Dioses. Las palabras no vienen a su boca por más que lo intenta, así que baja la mirada, se levanta y camina para alejarse de ellos.

Se sienta en las orillas del terreno destruido, mientras los habitantes buscan a sus muertos. Una niña se acerca a Kante para ofrecerle agua, pero su Madre la regaña y le pide que no se acerque al asesino. Kante la recuerda, ella ayudaba a su Madre a cuidarlo, y la indiferencia y el odio de ella le duele. Se siente miserable por haber provocado tanta muerte, se siente culpable y al no poder más, corre por la selva; con llanto y gritos de dolor corre tan lejos como puede de todo y de todos.

Zephy corre junto a él y Kante le exige que se vaya, que todo es su culpa, pero la unión ya está hecha y nada puede cambiar eso. Zephyrix dejará a Kante hasta que su espíritu no pueda mantener esa unión, por lo que sin importar los gritos de Kante y qué tan lejos corra, nunca podrán escapar de su destino como unos de los campeones del antiguo mundo.

Después de varios días deambulando por la selva, lejos de los pueblos Mayas, Kante intenta acercase a Izamal para buscar algo de comer, sin embargo, es inmediatamente expulsado por los guerreros de Pakal. No lo atacan por miedo a represalias, pero entre los guerreros y la gente del pueblo le lanzan frutas para alejarlo. El pobre chico huye del lugar y se vuelve a internar en la selva.

Vuelve a negar la comida que Zephy consigue cazar para él. Las frutas que consigue no pueden nutrirlo como debería y el hambre se apodera de él, haciéndolo sentir débil, hasta que un día no puede mantenerse de pie y cae inconsciente.

Se despierta y observa a sus alrededores con asombro al ver los hermosos colores brillantes de la selva. Se siente de maravilla, no siente hambre y no se siente destruido por las muertes que provocó. Se levanta y se asusta cuando ve su cuerpo postrado el suelo, desnutrido y con los huesos del rostro visibles. Sus Aluxes se acercan y los observa con un hermoso resplandor de color dorado, azul y verde.

—¿Qué está pasando? —pregunta Kante sin necesidad de hablar, su mente se comunica telepáticamente con sus espíritus guardianes.

—Estás en el mundo astral —le responde Rix—. Lo que ves es el flujo de la vida y de la muerte a través de la selva.

Al voltear hacia la torre se va para a atrás y cae junto a su cuerpo. Ve perplejo una esfera gigantesca de color rojo intenso. Siente un miedo que lo paraliza, pero Zephyrix intercede ante el poder del señor de la torre.

—Dentro de esa esfera se encuentra el señor de la torre —le comenta Rix.

—Pensé que él vivía en la torre, en la que destruí —le reclama Kante con asombro.

—Oh no, la torre es tan solo una forma en la que él obtiene poder de los humanos, del mundo Maya, pero hay más, cientos de torres más en todo el mundo —explica Rix.

—¿Hay más torres? —pregunta perplejo.

—Si hay grandes grupos de personas, entonces hay una torre que se alimenta de ellos. Tú destruiste una torre y es tu deber destruir otras torres.

—Es, es… esto es demasiado para mí Rix, no creo poder hacerlo. Esto va más allá de lo que creí, si hay más torres, no creo poder hacerlo, no puedo Rix —le reclama Kante con terror.

—No eres el único campeón Kante, hay ocho campeones más como tú que fueron elegidos por sus Dioses para destruir las torres y vencer al Dios Silencioso —le cuenta Zephy—. Pero tú tienes el deber de destruir las torres de esta parte del mundo.

—¿Por qué yo? ¿Por qué ustedes que son los Dioses no lo hacen? Tengo miedo y no tengo lo necesario para poder hacerlo —le reclama Kante con sentimiento—. Tan solo tengo quince años.

—Lo sabemos, y por eso estamos contigo Kante, con nuestra guía y nuestro apoyo, tú aprenderás todo lo necesario para destruir al Dios silencioso, y así como tú, los otro ocho campeones también deberán aprender a controlar sus poderes —le explica Rix.

—Sabemos que no es fácil, pero de entre todos tú fuiste el elegido por nosotros los Dioses como nuestra herramienta ante este poder que nos amenaza a todos. Nosotros no podemos intervenir en tu mundo, pero sí podemos combatirlo a través de tu espíritu —le dice Zephy.

—Pero todos me odian, Zephy, saben que yo maté a muchos de ellos. Jamás me apoyarán y si regreso a Nakbé, intentarán matarme por lo que hice —les recuerda Kante.

—Kante, esta guerra apenas comienza. No te pedimos que elimines al Dios silencioso, tampoco te pedimos que lo hagas solo. Sé que eres joven y tienes mucho que aprender, tan solo te pedimos que confíes en nosotros y nos escuches, ten paciencia. Te necesitamos, y tú nos necesitas.

—¿Y qué se supone que debo de hacer? —pregunta Kante sin saber qué hacer, ahora que lo perdió todo y que todos lo odian, solo tiene a Zephyrix.

—Entrena, aprende a controlar tus poderes para que cuando el momento llegue, puedas controlar el poder total de Zephyrix. Nosotros estaremos siempre contigo, llámanos y responderemos a tu llamado, no importa la situación —le afirma Rix.

—Hay otra torres que deben de ser destruidas —añade Zephy—. Hay otras civilizaciones que necesitan el apoyo de un campeón, te necesitan Kante.

—Está bien, pero necesito volver a mi cuerpo y necesito comer —les precisa Kante.

—Cierra tus ojos y despertarás en tu cuerpo —le pide Rix.

Así lo hace y el campeón despierta con un terrible dolor en su estómago. Zephy se acerca y le ofrece la carne de un ciervo, mientras que Rix trae frutas. Enciende una fogata con la ayuda de sus Aluxes y come sus alimentos.

Pasan varios días y logra recuperar parte de su fuerza. Lo suficiente para poder viajar. Se acerca a Nakbé y cubierto con una capucha, observa a los habitantes reconstruyendo el pueblo bajo las órdenes de Nahil y Yunuen. Quiere acercarse a ellos, pero sabe que lo mejor es evitarlos. No necesitan que el asesino camine entre ellos.

Se adentra en la selva y llega hasta el lugar en donde está su Madre enterrada. Con lágrimas observa que la tumba de su Padre está a un lado de ella. Se hinca ante la tumba de su Padre y toca la tierra. Zephy y Rix se acercan junto a él y le dicen que fue uno de los hombres más honorables que ha existido en el mundo Maya; eso logra sacarle una sonrisa.

—Estoy listo para ir —dice Kante—. ¿Hacia dónde vamos?

—Hacia el suroeste, a la ciudad de Cuauhtépetl de la civilización Olmeca.

Fin.

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