El Legado Maldito del Cristal

Publicado por JLT en

El Legado Maldito del Cristal

Una voz interna lo sacude de su sueño, instándolo a unirse a él en batalla. Al abrir los ojos, se encuentra con una cacofonía visual incomprensible: colores, formas, sombras y luces se entrelazan en un baile caótico. Un grito de dolor agudo irrumpe por el insoportable dolor que martilla su cabeza. La voz imperiosa le exige que libere sus poderes para asegurar la victoria, pero se resiste; ha sido su marioneta por demasiado tiempo y rehúsa seguir bajo su control.

Se pone de pie trabajosamente, y poco a poco su vista comienza a aclimatarse al desorden que lo rodea. Ante él, reconoce a un soldado desarmado de la ATCWC, asistido por otros en trajes similares. Una joven se encuentra también allí, contemplando la lucha contra el ángel caído. Un resplandor baña la dimensión, y explosiones de destrucción empiezan a lacerar la realidad.

Nuevamente, grita, torturado por el dolor que asedia su mente, y la voz persiste en su mandato de usar sus poderes contra sus adversarios. Sin embargo, se niega a sucumbir una vez más. Un hombre con la apariencia de Alexander, vestido con una armadura tan oscura como el abismo, ordena a la mujer, llamada Aleana, mantener al joven controlado mientras este lucha contra la influencia del ángel caído.

Aleana, que obedece de mala gana las órdenes del hombre parecido a Alexander, se aproxima al muchacho. Él le implora desesperadamente por ayuda, declarando su deseo de no causar más daño. Aleana, inicialmente, contempla eliminarlo para prevenir futuros problemas, pero una súbita identificación con su lucha le conmueve, y decide perdonarle la vida. Como él, ella también ha estado bajo la manipulación del Señor de la Oscuridad. La batalla se intensifica, desgarrando la dimensión hasta el punto de distorsionar el tiempo y el espacio.

Al presenciar tal escenario, intenta retirarse a su hogar, pero el muchacho la detiene, suplicándole por ayuda y aferrándose a su tobillo. En un instante, ambos son transportados lejos de la dimensión del ángel caído, emergiendo en un palacio resplandeciente y prístino. La voz y el dolor, antes omnipresentes, han cesado, y por primera vez en mucho tiempo, experimenta una paz profunda.

—No debiste hacer eso —le reprocha con severidad a la figura desfalleciente ante ella.
—Por favor, ayúdame —él suplica, sintiéndose desfallecer.
—No eres más que un peón de Zarek, mereces un fin rápido y piadoso.
—No, por favor, no deseo morir. Anhelo vivir y ser libre, te prometo no dañar a nadie más, solo ayúdame por favor —implora, arrastrándose hacia ella, pero cae, y ella lo rechaza con un gesto de su pie.

Siendo una de las once princesas del caos, desprecia profundamente a Zarek y Amaena por haberlas sometido y usurpado sus lugares como protectoras de Gaia. A su alrededor, su guardia espera órdenes para ejecutar al joven, pero ella instruye que lo lleven con una sanadora para reconstruir su mente y su cuerpo.

Mientras el muchacho se encuentra inconsciente, sometido al proceso de sanación, Alena convoca a sus diez hermanas para discutir sobre la reciente confrontación con el ángel caído. La reunión, previamente organizada por Eriselle, se lleva a cabo en su dimensión.

Las once princesas se congregan: Belanor, Aleana, Hela, Tanlith, Selanthe, Zephyra, Niralith, Eriselle, Kaliana, Thalindra y Graelia. Ellas, desde los albores de la humanidad, custodiaron desde la dimensión de la luz el acceso al núcleo del planeta, hasta que Zarek, con sus legiones, las sometió.

Aleana les relata cómo fue arrastrada a la dimensión madre por el despertar de un cristal ancestral, dormido durante milenios. Sin sorpresa para nadie, revela que Zarek extrajo su poder para fortalecer a ciertos humanos, buscando restaurar la supremacía perdida tras la caída de la sexta humanidad. Coinciden en que intentar forzar la evolución de esta manera fue una imprudencia que desató el caos. Aleana deduce que los experimentos estuvieron dirigidos o influenciados por el ángel caído residenciado en el cristal. Astarot, el más letal y peligroso de estos experimentos, sirve como el ejemplo primordial. Revela que actualmente él se encuentra en su palacio. Varias hermanas demandan que sea eliminado de inmediato, argumentando que un humano con poderes de Nigromancia no debería existir entre la séptima humanidad.

Para sorpresa de todas, Aleana defiende a Astarot, argumentando que ella lo ayudará a controlar sus habilidades, bajo la premisa de investigar el alcance de un humano con el poder de manipular el flujo de la muerte. Belanor, su hermana, señala que si el humano representa la más mínima amenaza para sus reinos, ella misma lo buscará y lo erradicará.

Llegan a un consenso sobre Astarot, y al abordar el tema del ángel caído, todas concuerdan que no posee el poder que ostentaba milenios atrás. Por lo tanto, caería fácilmente ante Zarek y Razael, y no representa una amenaza significativa para ellas o sus dominios.

También debaten sobre la inminente liberación de la dimensión del caos. Sin embargo, ninguna tiene información concreta sobre los planes de Zarek, solo saben que se avecina y aguardan un anuncio de los Protectores de Gaia para prepararse para el crucial evento.

Aleana regresa con Astarot, que ya muestra mejoría. Está ejerciendo sus poderes controlando el cadáver de una rata. Ella le explica que su habilidad se deriva del flujo de la muerte.
—Nunca había oído tal cosa. Mi Padr… el científico que me crió y me forzó a usar mis poderes, decía que emanaba del cristal.
—El cristal fue un medio para alterar tus células y tu mente. Tu habilidad surge de la naturaleza, no de ti ni del cristal. Hubo una época en que el poder sobrenatural emanaba de cristales, pero esa era ha concluido —le aclara Aleana.
—Mi nombre, creo que es Astarot, así me llamaban los científicos —dice él con una sonrisa, agradecido por la liberación de la voz opresiva en su mente.
—Astarot, seré franca. La única razón por la que sigues con vida es porque tu dominio sobre la muerte es fascinante, una rareza en estos tiempos. Soy Aleana, una de las once princesas del caos. Este dominio o Mundo Rein, como prefieras llamarlo, es mi hogar, mi pris…
—Ibas a decir prisión —interrumpe Astarot.
—Eso es asunto mío, humano. Por ahora, concéntrate en sanar y estabilizar tu mente; hablaremos más adelante —se despide Aleana, dejando a Astarot impresionado por su presencia.

Las once princesas, similares a Gaia en estatura y complexión, pero con un poder que supera ampliamente a cualquier humano de Terra Gaia, contemplan cómo el tiempo fluye diferente en sus dimensiones. Tras algunos días en la dimensión principal, Astarot se recupera completamente, pero algo en su interior lo inquieta y le roba el sueño. Un estudio minucioso por parte de los sanadores de Aleana revela que su cuerpo y mente se consumen a un ritmo anormal y que el deterioro de sus neuronas se asemeja a una enfermedad neurodegenerativa. Parece cuestión de tiempo antes de que sucumba a la demencia.

Aleana confía en que puede mitigar la progresión de su condición a través de prácticas de meditación y control emocional y mental, empleando técnicas similares a las que utilizaron los humanos de la sexta humanidad. Ella y Astarot abandonan las fortificaciones de su palacio para adentrarse en los bosques adyacentes. En estos bosques, animales que se extinguieron en la dimensión madre han encontrado un refugio bajo el amparo de la princesa del caos.

Siguiendo las instrucciones de Aleana, los animales se distancian de Astarot, proporcionándoles un espacio sereno para meditar y aprender. Inicialmente, Astarot se encuentra desafiado, pero progresivamente acata las directrices de Aleana. Supervisa meticulosamente el estado mental y físico de su cuerpo, notando un preocupante deterioro celular, aunque no lo suficientemente avanzado como para perderse en la locura. Inspirado en los conocimientos que se impartieron a los supervivientes del imperio de Arkantos, Astarot consigue regular su poder de manera efectiva.

Con el paso de las semanas, la relación entre ambos se fortalece, y comparten sus historias personales. Astarot revela a Aleana los detalles de su vida desde que puede recordar, mencionando su confinamiento en cámaras especiales y su obediencia a una voz en su mente, a la que consideraba una figura paterna. Aleana, consciente de que él es un humano de la séptima humanidad y que no comprende su verdadera situación, se limita a narrar la historia de Zarek y cómo derrotó a las princesas hace once mil años, obligándolas a servirle desde entonces. También le cuenta sobre las Enros, versiones oscuras de las princesas creadas por Zarek y utilizadas por sus generales para recolectar energía humana.

Aleana expresa su sensación de traición por parte del espíritu del planeta, que permitió a Zarek tomar control sobre ellas. Insiste en que su única esperanza es resistir hasta que la dimensión del caos sea liberada, haciendo que Zarek ya no las necesite. Aunque Astarot busca respuestas adicionales, Aleana se abstiene de ofrecer más información, admitiendo su propia incertidumbre sobre los planes de Gaia.

Cuando Astarot expresa su deseo de regresar a su mundo, Aleana se niega rotundamente, preocupada de que su mente no soporte la tensión y que su caída pueda desencadenar una catástrofe en la dimensión madre. Aunque él acepta resignado, en su interior persiste un fuerte anhelo de descubrir el mundo exterior que escucho en su cautiverio.

Después de varias semanas, Astarot se convierte en un experto en el manejo del flujo de la muerte, sorprendiendo a Aleana al detener completamente el proceso de degeneración celular de su cerebro. Aunque una vida normal no es una opción para Astarot, ya no parece la amenaza que inicialmente se temía. Aleana reconoce que su condición fue provocada por el ángel caído en un intento de fuga del laboratorio de Luna Corp, y no es intrínseca a su ser.

Contemplando las mejoras en Astarot, Aleana considera que podría haber esperanza para él y convoca a Ruminoth para evaluar si es seguro para Astarot regresar a la dimensión madre a pesar de su poder. Ruminoth abandona la dimensión del caos y visita a Aleana. Antes de que Astarot esté consciente de su presencia, Ruminoth lo sume en un sueño profundo y lo examina detalladamente.

—Podríamos restringir sus poderes para prevenir que destruya ciudades enteras —sugiere Ruminoth, tocando cuidadosamente la cabeza de Astarot.

—Espera volver a su mundo.

—Lo noto. Es sorprendente que haya sobrevivido, considerando su naturaleza —responde Ruminoth.

—No eligió nacer bajo una maldición —Aleana defiende a Astarot con firmeza.

—¿Realmente permitirás que vuelva? Los humanos lo buscan, y han estado explorando dimensiones peligrosamente.

—Que intenten —responde Aleana, desafiante.

—No subestimes a la ATCWC. Si descubren que ocultas a Astarot, te atacarán, y los Protectores de Gaia se unirán a ellos. No arriesgues a tu gente por un solo humano.

—Si la ATCWC viene por él, los llevaré a una cacería que nunca olvidarán —Aleana responde con una frialdad calculada.

—Sus naves son fuertes, pero no resistirán la dimensión infernal. Guíalos allí si te siguen. Pero, no has escuchado esto de mí —aconseja Ruminoth antes de alejarse.

—No esperes agradecimientos —responde Aleana fríamente.

—Algún día, comprenderán a Zarek y Amaena. Hasta entonces, estoy a su servicio —concluye Ruminoth antes de desaparecer.

Observando a Astarot, Aleana siente un cariño que intenta suprimir. A pesar de todo, siente lástima por él; como un esclavo de la maquinaria maldita de Zarek, si Astarot puede encontrar la libertad y una vida plena, quizás haya esperanza para ella y sus hermanas.

Fin.

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