Capítulo 3: Luxara
Día 6 del Séptimo Mes del año 19 – 10:10 AM – Reino de Luxara
El reino Luxara es un lugar de esplendor radiante y belleza inigualable entre los reinos celestiales. Situado en una isla flotante que brilla constantemente con una luminosidad dorada, este reino es el hogar de los Ángeles de la Luz Dorada. Estos seres personifican la pureza, la abundancia y el poder regenerador de la naturaleza. Los Luxarianos son conocidos por su profunda conexión con la luz dorada, que no solo ilumina, sino que también nutre y sana. La creación artística es vista como una expresión del ciclo natural de dar y recibir.
El Luxariano Luthiel se detiene en medio del camino de piedra que brilla bajo los pies de los Empyreanos y le indica al Rey Guerrero que este lugar será suyo por los días que dure el festival. Es una llanura verde con varios estanques de agua cristalina, perfecta para su corta estadía. El rey Aurelion le ordena a su corte que levanten el campamento en este lugar, mientras él y sus hijos irán a saludar a la Reina de la Luz Dorada. Ryushariel les entrega sus mochilas a sus sirvientes tras la insistencia de su Padre de ir a saludar a la reina. El joven ángel quería aprovechar el momento para retomar su entrenamiento, antes de que el momento decisivo llegue.
—¿Qué noticias hay de este lado del mundo? —pregunta Aurelion al caminar junto a Luthiel y sus dos hijos, mientras su gente alza las tiendas de acampar junto a los árboles para que no las vuele el fuerte viento de la isla flotante.
—Lo usual mi señor, grupos de humanos que se atreven a explorar nuestros territorios —le responde Luthiel, manteniendo su postura cordial, aunque por dentro siente ira—. Al norte de aquí hay un pequeño asentamiento de Parávelers que han construido defensas en contra de nuestros hermanos elementales. Personalmente los he supervisado junto con los elfos de Mylarjendis, y todo parece indicar que es su intención formar una ciudad de este lado de la cordillera.
—¿Cómo es que nuestra Madre Nutricia permite esto? —le reclama Ryushariel molesto, obligando a su Padre a detener su paso. Él lo observa con detenimiento, pues no le gusta esa furia que su hijo mayor irradia cuando se habla de los humanos.
—Sabemos que ella siempre los ha protegido —le responde Luthiel, borrando su sonrisa y mostrándose un poco decepcionado con su Madre Divina al igual que Ryushariel—. Todo parece indicar que llegará el momento en que tengamos que compartir este mundo con ellos. Si los humanos fundan esa ciudad al norte de aquí, no hay forma de poner sacarlos de nuestras tierras.
Desde el momento en que los Parávelers entraron en su era industrial, su maquinaria de guerra creció tanto que han logrado defenderse de todos los ataques elementales a tal punto de fundar asentamientos en todo el continente sin temor a ser aniquilados como en el pasado.
—Deberíamos aprovechar este momento para hablar con nuestra madre divina sobre esa violación en nuestros territorios —propone Orionis, observando a su hermano mayor y al hijo de la Reina de la Luz Dorada, como si estuviera convenciéndolos de hacer algo al respecto—. Que tengan mejores armas que nosotros no les da el derecho de invadir nuestros bosques y cielos.
—Paciencia, jóvenes —les pide Aurelion, el experimentado en batalla—. Ella sabe lo que hace. A nosotros nos corresponde obedecer. Los humanos de Cronos han avanzado más de lo que pudimos imaginar. No queremos una guerra con ellos. Vivimos en paz y en armonía, y así quiero que sigamos. Lo último que quiero es enviarlos a ustedes a la guerra.
» Son demasiado jóvenes para saber lo que es la Guerra y sus horrores. Por favor, tengan paciencia y fe en nuestra madre divina.
Cuando Aurelion conoció los horrores de la guerra apenas era un niño. Fue en las edades oscuras gobernadas por el Odio de Gaia. Los traumáticos recuerdos vienen al rey, recordando el sufrimiento que vivió poco antes de la caída de Oszorak y sus ejércitos nacidos del odio de Gaia: los temibles anti-elementales.
—Padre, pero, ¿¡estás de acuerdo en que esto es incorrecto!? —le reclama Ryushariel un poco eufórico, se para frente a él y le exige la respuesta que espera escuchar.
—Hijos míos. Hemos gobernado estas tierras por miles de años, desde antes de que los humanos se asentarán en Cronos. Sé que es difícil de entender —le cuenta, y coloca sus manos en los hombros de su hijo mayor en un intento de calmar su espíritu aversivo—. Debemos encontrar la forma de coexistir con los humanos de Cronos. Aún son muy jóvenes, pero llegará el momento en que dejen de ver a los humanos como enemigos, sino como parte de nuestro mundo.
—¿Y qué les impide tomar por la fuerza lo que es nuestro en estos momentos? —le reclama Ryushariel mostrando un poco de su furia—. Una de sus máquinas voladoras puede venir y arrebatarnos lo nuestro y no podríamos defendernos ante tal poder. Todos nosotros caeríamos ante su fuerza militar, y nadie nos ayudaría. Ni siquiera Gaia.
—¡Tu furia no ayuda en nada, hijo mío! —le reclama su Padre molesto—. Debes entender que nosotros somos fieles a los designios de Gaia. Los humanos también son hijos de nuestra madre, aunque sea difícil de comprender.
—Desde mi punto de vista, algo debe pasar para que podemos coexistir con los humanos, no podemos seguir así. Estoy de acuerdo con Ryushariel, si los humanos de Cronos quieren, pueden arrebatarnos nuestros reinos en cualquier momento, debemos de tener la forma de defendernos, aunque sea algo que nos proteja de sus máquinas de la guerra —les comenta Luthiel, y continúan su trayecto al corazón de su pequeño reino.
El Palacio del “Resplandor Dorado” es el hogar de la reina y su corte. Construido con cristal y oro, el palacio irradia luz dorada y es visible desde grandes distancias. Sus muros están adornados con mosaicos de gemas y metales preciosos que reflejan la luz en patrones hipnóticos. La Luz dorada proviene de microcristales que albergan su poder, el cual tiene su origen en el flujo de la vida.
Los ángeles de la corte saludan con respeto al rey Aurelion. Sacerdotes de la Luz Dorada, Artistas de la Abundancia y Guardianes del Resplandor están parados junto a la gran Reina de los Luxarianos, y a su lado está el Rey Rhaelion, un buen y viejo amigo del Rey Guerrero. Seraphina se levanta de su trono resplandeciente y con una sonrisa celestial saluda con cordialidad a su contraparte de Empyrea. Ambos reinos tienen muy buenas relaciones. Luxara les proporciona armaduras y armas imbuidas con las Luz Dorada, mientras que Empyrea les proporciona guerreros para proteger sus territorios.
Los tres hijos de los reyes de Luxara se reúnen y saludan con respeto al rey Aurelion: Luthiel, Lyriel y Thalios. Siendo Thalios el hijo mayor con trescientos años, mientras que Lyriel y Luthiel apenas tienen treinta y cincuenta años respectivamente.
Físicamente todos son muy parecidos, tanto Empyreanos como Luxarianos. Están vestidos con túnicas blancas y llevan una cinta de color dorada, mientras que los de Empyrea llevan una cinta roja para su fácil reconocimiento entre los demás elementales humanos que no son ángeles.
—Me da gusto verte, hermano —exclama la Reina de la Luz Dorada—. A tus hijos también. Nuestra madre nos ha bendecido con maravillosa descendencia una vez más. Estoy segura de que hay muchas cosas de qué hablar, pero por ahora tu presencia es necesaria en nuestro salón principal, junto con los otros reyes. Yo estaré aquí, esperando a nuestros hermanos de Celestia, Lunares, y los otros reinos terrenales.
El Rey Guerrero se despide de ambos reyes de Luxara y junto a sus hijos pasan al salón principal que está detrás del trono de la Reina. Pasan por varios vitrales que informan sobre la historia de la fundación de los reinos celestiales, aunque muchos de ellos están tan desgastados por el tiempo que no pueden estudiarse como se quisiera.
Los guardias de Luxara abren la puerta del salón para el Rey Guerrero y sus dos hijos. Al entrar observan con fascinación a Gaia. El corazón de Ryushariel se detiene por un momento al verla al alcance de sus manos, pero sin su espada no puede hacer nada por ahora. Los Reyes de Valoria y Harmonia están presentes junto con sus hijos. Inmediatamente se sienten abrumados por la presencia de la Madre de todos. Para su sorpresa, sus aspectos divinos no están. Aurelion se aproxima a ella y se inclina ante su amorosa presencia. Gaia lo observa con una sonrisa y le pide que se levante. El Rey está un poco nervioso y con movimientos un poco torpes jala a sus hijos para que se inclinen ante Gaia. Ryushariel opuso un poco de resistencia, pero la fuerza de su padre es superior y lo obliga a inclinarse. Gaia observa algo diferente en el joven guerrero, pero Aurelion gana su atención cuando le pide ayuda para contener el odio de los ángeles guerreros de Empyrea hacía los humanos.
—Eso, mi querido Aurelion es algo por lo que quiero hablarles a todos antes de iniciar el festival del nuevo ciclo —dice Gaia con una sonrisa que tranquiliza los corazones de todos lo que la ven. El amor que logran sentir por la madre de todos es tan fuerte que Ryushariel llora por sentirse culpable de conspirar en su contra, pero logra resistirse ante su influencia y mantiene en secreto sus planes.
Gaia camina entre sus hijos celestiales, los observa con fascinación, mientras Aurelion saluda a sus contrapartes, al Rey Sabio de Valoria y a la Reina de las Melodías Eternas de Harmonia. Luxara son los ángeles de la Luz Dorada, Empyrea con los ángeles guerreros, los ángeles de Valoria son los ángeles del conocimiento, la sabiduría y la reflexión, y los ángeles de Harmonia son los músicos, poetas y artistas. Los únicos ángeles que faltan son los de Celestia y Lunar.
El reino Lunar es un dominio angelical ubicado en una isla flotante al noroeste del continente, que parece navegar eternamente bajo el resplandor de las tres lunas: Alyara, Zhyra y Nymera. Los ángeles que habitan este reino son conocidos como los Lunarianos, quienes se distinguen por su veneración a los cuerpos celestiales y su conexión profunda con las energías cósmicas. A diferencia de otros elementales humanos que sienten temor hacia los objetos del sistema solar, los Lunarianos eligieron un camino distinto y atrevido al honrar a las lunas. Mientras que el reino Celestia es el más enigmático y reservado de todos los reinos angelicales. Situado en los confines más remotos del cielo al este del continente, su isla flotante está perpetuamente envuelta en niebla, ocultando sus secretos a los ojos de los curiosos. Los ángeles que habitan este reino son conocidos como los Celestianos, seres solitarios y misteriosos, conocidos por su profunda conexión con el destino y los secretos que este encierra.
Su presencia causa escalofríos y por un breve momento roba la atención de Gaia. Está justo ahí, en silencio, observando a los reyes ángeles. El Rey Vorlath del único reino de los Infrarios, los elementales humanos que custodian los secretos que se ocultan en las profundidades de las tierras de la Atlántida. Su piel es pálida, blanca como los huesos. Sus ojos son dos esferas negras que le ayudan a observar en la oscuridad con poca luz gracias a que su piel que emite una muy leve y casi imperceptible bioluminiscencia. Su cabello es oscuro y largo, llegándoles hasta los talones. Sus manos tienen dedos largos y resistentes que les ayudan a escalar enormes profundidades. Se encuentra vestido con una túnica oscura, vieja y desgastada. Los ángeles guardan silencio al ver a su hermano de las profundidades cuando se acerca a Gaia. Se inclina ante ella y le agradece por su vida.
—Álzate Vorlath, hijo mío —exclama Gaia—. ¿Qué novedades me cuentas de Umbrael?
—Madre protectora, mis hermanos seguimos resguardando los secretos de las profundidades de la curiosidad de los invasores que osan llamar a Cronos su hogar —le responde el Infrario—. Sus máquinas, cada vez son más invasivas y persistentes.
—Gracias hijo mío. Sigue tu trabajo en las profundidades de mi cuerpo, yo haré algo al respecto con los habitantes de Cronos —dice Gaia.
El Infrario se queda quieto, en silencio absoluto y sin movimientos. Los ángeles no se acercan a él, aunque no tienen por qué temerles. Los elementales humanos de la superficie no aprecian la compañía de los Infrarios, y los único que sí toleran y tienen buena relación con ellos son los enanos que tienen sus reinos bajo tierra, pero a unos metros de la superficie, los Infrarios tienen su reino a diez kilómetros bajo tierra y se mueven por cientos de miles de kilómetros de túneles que hay en todo el continente. Quizás no lo aparentan, pero los Infrarios pueden alcanzar velocidades de hasta cien kilómetros por hora en los túneles que conocen a la perfección. En un pasado hubo más reinos Infrarios, pero todos sucumbieron ante fuerzas ocultas en las profundidades de la tierra. Hay muchas partes que los Infrarios no acceden, y sus historias y leyendas son las más terroríficas entre los elementales. Al igual que los ángeles, en el reino de Umbrael tienen un portal de teletransportación para moverse entre los reinos elementales.
Un grupo de cuatro Reyes enanos entra al salón principal de Luxara tras haber sido recibidos por la Reina de la Luz Dorada. Bralgor y Thyra del reino de Kaldorheim. Durnik y Nimra del reino de Dravorn Khazad. Kargan y Valla del reino de Zultorim. Zurik y Erana del reino de Galdurath. Entran y se acercan a Gaia para inclinarse ante su Madre divina. Los seis enanos reyes y reinas se arrodillan y mueven sus largas barbas tupidas que le llegan hasta sus barrigas. Es difícil diferenciar un enano hombre de una mujer, ambos tienen barbas, pero lo que distingue son sus ojos. Los enanos varones tienen ojos oscuros, mientras que las mujeres tienen ojos claros.
Los ángeles y elfos tienen sus diferencias, y cada uno se proclama como los favoritos de Gaia, pero tienen buenas relaciones, en cambio los enanos son tercos, gruñones y malhumorados y no tienen la mejor relación con ambos elementales humanos. Sus reinos son iguales que el de los ángeles y elfos. Son grandes comunidades administradas por la corte del rey y ancianos. El concepto de dinero no existe entre los elementales, y la propiedad privada es más bien semi-privada, sus casas son del reino, pero pueden tener pertenencias como armas, joyería y armaduras, las cuales se pueden heredar.
Los ángeles se reúnen de un lado del salón principal, mientras que los enanos se reúnen al otro extremo, y ni hablar del único Infrario que se encuentra en medio del salón, quieto como una estatua. Los enanos lo saludaron, pero el Infrario solo movió su mano y ya. Se conocen, pero sus conversaciones no van más allá de hablar acerca de los avances humanos en sus territorios.
Los siete Reyes y Reinas de los reinos Élficos entran al salón. Elíndoria, Quilinthar, Arok, Voryndor, Valandoriel, Jazralith y el reino de Mylarjendis. Los catorce elfos se inclinan ante la madre divina y saludan con cordialidad al resto de elementales humanos, excepto al Infrario. Los enanos se voltean cuando los elfos los saludan, pero cuando escuchan que Gaia hace el gesto de aclarar la garganta, inmediatamente gruñen y saludan en su vago intento de cordialidad. Sonríe y se pregunta de quién habrán sacado lo gruñón, e inmediatamente memorias de ella siendo gruñona en Nov Raiyek junto con Kader le llegan. Una de esas memorias ocurrió cuando Kader iba a recibir a los nuevos Layzers de varios universos y Gaia estaba empedernida en recordar un planeta en el que el tiempo estaba atrapado en un bucle entre varios agujeros negros que estaban por colisionar, creando una paradoja gravitacional en la que solo los Layzers se atreverían a poner un pie ahí. Rechazó la invitación de Kader de mala gana tras insistirle y al final el protector de los universos tuvo que hacerlo solo. Curiosamente todos piensan que los Layzers son entidades omnipotentes y omnipresentes, y bueno, sí lo son, pero al igual que los Protectores de los Universos, ellos se limitan en todos los aspectos y es fácil confundirlos con otras personas. Kader tiene poder y sabiduría infinita, pero prefiere tener un cuerpo “normal” con sus limitaciones que tener un cuerpo que sea infinito. Todos los Layzers imitan este comportamiento, y aunque hay algunos que sus cuerpos son entidades todo poderosas, usualmente los demás los evitan por sentirse aterrados ante entidades que desafían su comprensión del universo. Pero me estoy desviando un poco, volvamos con los reinos elementales. La Reina de la Luz Dorada entra con los demás reyes de los reinos Lunar y Celestia. Se saludan entre todos, se agrupan entre ellos y esperan las palabras que sienten que Gaia quiere pronunciar desde el momento en que llegó a Luxara.
—Me hubiera gustado que sus otros hermanos guardianes estuvieran presentes, pero reconozco que su interacción con los humanos de Cronos es escaza —Comienza Gaia, caminando alrededor de todos los presentes—. Sus reinos entre los bosques, montañas y las nubes se verán impactados por lo que voy a decirles, así que por favor, presten mucha atención, hijos míos.
Se miran entre ellos un poco preocupados. En toda su vida Gaia nunca les había hablado de esta forma, la última vez fue cuando los refugiados de Arkantos llegaron a Cronos. El hijo mayor del rey guerrero tienen su mirada clavada en ella y ha estado luchando en contra de su poderosa influencia.
» Los humanos de Cronos, a los que quiero que se refieran a ellos como los Parávelers han progresado mucho estos siete mil años. Sé que han existido diferencias entre ustedes y en más de una ocasión han intentado exterminarlos. No estoy aquí para hablar del pasado, sino de nuestro futuro.
» Entiendo sus preocupaciones y sus temores, hijos míos. Sé que odian a los humanos porqué ellos tiene un alma, en cambio ustedes comparten la esencia de mi alma, y eso les ha provocado una envidia que ha prevalecido desde que supieron esta verdad. Que ustedes no tengan un alma propia, no significa que sean menos que un humano. Ustedes son parte de mí, así como yo soy parte de ustedes. Este mundo es mi cuerpo y todos ustedes son mis protectores surgidos de mi alma. Todos tienen libre albedrío al igual que los Parávelers, así los he creado a todos ustedes, a mi imagen y semejanza.
» El momento de una nueva era ha llegado. Los Parávelers no son los humanos que sucumbieron ante sus espadas, hachas y arcos con extrema facilidad. Los humanos aprendieron todo lo que tenían que aprender y ahora han superado a su maestro de una forma que inclusive yo no calculé. Lo último que quiero es una guerra entre ustedes. Me rompería el corazón verlos sufrir después de mis errores. Hijos míos, debemos entender que este mundo ya no le pertenece solo a los elementales, sino que ahora será parte de los Parávelers que tanto desprecian. Voy a hacer un Pacto con ellos y ustedes para que de ahora en adelante este mundo sea de todos.
Nadie se atreve a cuestionarla, pero el amor que sienten es mitigado por un sentimiento de impotencia y traición. Ryushariel gruñe de coraje al poder soportar más la presencia de Gaia, y todos lo voltean a ver al sentir lo mismo que él. Gaia baja su mirada al saber que sus palabras son como apuñaladas por la espalda.
» Este Pacto les permitirá a los humanos extender sus dominios más allá de Cronos. Sé que en todos lados hay asentamientos humanos que están bien protegidos, pero ahora lo vamos a permitir y no haremos nada al respecto. Voy a acceder a que puedan navegar por nuestros ríos y lagos, mares y cielos, pero siempre con el más alto respeto a la naturaleza y a todos ustedes. No puedo detener el progreso humano, pero tampoco voy a permitir que consuman todo a su alrededor. El continente se dividirá en territorios humanos y elementales, de ellos depende dónde levantar sus ciudades.
» Esta nueva era será del dominio humano, y nuestro lugar es en la naturaleza, protegiéndola como siempre ha sido. Los humanos no los atacarán ni tampoco invadirán sus territorios, pero siempre habrá aquellos atrevidos que lleguen a sus dominios, les pido por favor que no los ataquen. Quiero que aprendan a convivir. Ustedes son parte de mí y debe seguir siendo así. Cuando el momento llegue, serán convocados para acudir a Cronos y firmar el pacto con los Parávelers. Aprendan, pero mantenga su esencia como guardianes de la naturaleza.
El silencio es absoluto, ni siquiera el Infrario entiende bien lo que está pasando. Reyes de los reinos más importantes y emblemáticos del mundo elemental aceptan sin decir ni una palabra. Por miles de años han considerado a los humanos como enemigos, y ahora, las cosas cambiarán para siempre. Sin embargo, no es sorpresa de nadie. Son lo suficientemente inteligentes para prever esto, además de que los ángeles Celestianos ya lo habían previsto en sus visiones del futuro.
» Estaré aquí, recibiendo a sus hermanos elementales. Quiero que este fin de ciclo sea algo hermoso como siempre lo ha sido. Compartan esta noticia con su corte y sus más allegados hermanos, díganles que es mi decisión. Vayan en paz, hijos míos.
Siguiente capítulo: Próximamente